Diario de León

AQUÍ Y ALLÍ

La unión peninsular

Publicado por
JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN 1397124194
León

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JOSÉ SARAMAGO ha lanzado una idea que no ha dejado a nadie indiferente. Algunos se han mostrado displicentes ante la propuesta, sin poder ocultar, en su rechazo, un cierto tufillo ideológico impregnado de prejuicios personales y disidencias militantes. Otros valoraron su aportación, futurista e imaginativa, mas como el producto literario de un afamado escritor que una oferta de dialogo a los que tienen en sus manos los destinos políticos de España y Portugal. Los políticos se mueven a impulsos de las urgencias del presente y no tienen tiempo para emprender nuevas singladuras. La idea de Saramago tiene precedentes. En su tiempo Valentín Paz Andrade, economista y político galleguista, consciente de las posibilidades de futuro para una fusión lingüística, comercial y transoceánica, imaginó una comunidad galaico-luso-brasileña, cimentada en identidades de origen y comunión de aventuras más allá del mar que tenemos a nuestra vera. La idea se forja en sentimientos y emociones que compartimos, sin necesidad de llegar a fórmulas políticas. Nuestra poesía y nuestras canciones suenan a ecos familiares. No se trata de revivir las nostalgias del pasado que a todos nos traen recuerdos infelices de un Rey que no supo soñar con el futuro, preocupado por las miserias y obsesiones tridentinas. Su reinado consumó la frustración definitiva de nuestra modernidad más allá de las glorias huecas del sol eterno que no se ponía en sus dominios. No supimos ilusionar a los filipinos con nuestro triste y alicorto programa de futuro. Los lusitanos tuvieron la fuerza suficiente para comunicar sus ideales, consiguiendo implantar solidamente sus formas de vida y convivencia, en colonias tan remotas y difícilmente manejables como Goa y Macao. Las dos superpotencias que ahora las dominan no han conseguido erradicar la huella cultural de un pueblo tolerante, ajeno a las tinieblas de los dogmas ultranacionalistas y los fundamentalismos religiosos. Las nostalgias del pasado solo pueden ser un obstáculo para el presente. No es ilusorio pensar en un eje peninsular que pase por Lisboa, Madrid y Barcelona aglutinando una entidad política que en nada nos separa. El debate reiniciado por Saramago resulta apasionante y ofrece alternativas a la estériles discusiones sobre la España, una y trina, que predican al unísono los nacionalistas de todo cuño. ¿Por qué dejar que el mercado suelde uniones basadas exclusivamente en intereses económicos? Los efectos de la euroregión, con sus ejes en Galicia y norte portugués, ya funcionan. Para limar las tensiones serían efectivos, acercamientos políticos que den solidez a la idea de la existencia de algo más que la coyuntura del mercado. Es posible soñar con objetivos políticos imaginativos y con visión de futuro. Merece la pena remover las resignadas y estancadas posiciones del presente. Su escaso dinamismo, lastrado por el pesado bagaje del pasado, exige otra oportunidad. Es el momento de que voces portuguesas y españolas tomen la palabra, discutan y se ilusionen por lo que la lógica de los tiempos, la historia y la cultura, reclaman como un objetivo posible y con futuro. La diferencia es el único camino para llegar a la unidad. 1397124194

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