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Publicado por
YASHMINA SHAWKI 1397124194
León

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EL OCCIDENTE civilizado y democrático ha recorrido a través de la historia un largo camino desde la aparición de las teorías de algunos penalistas del siglo XIX, que intentaban justificar la relación entre la forma y tamaño del cráneo con el potencial criminal de un individuo hasta las actuales tendencias psiquiátricas que abogan por la paulatina reinserción de algunos criminales tras superar los adecuados procesos de terapia. Afortunadamente, nuestra sociedad ha ido adaptando sus códigos penales a la evolución de los tiempos. No podemos olvidar que, hace poco más de cien años, se podía condenar a una persona a morir en el garrote vil por robar una hogaza de pan. Sin embargo, la percepción del ciudadano de a pie es que, esa humanización ha ido menoscabando la seguridad de los inocentes y que se protegen más los derechos de los delincuentes en detrimento de sus víctimas. Desde la inutilidad de las «órdenes de alejamiento» que no impiden que un ex novio celoso apuñale en pleno paseo marítimo a la madre de su hijo de dos años, hasta el violador del chándal quien, tras cumplir sólo 12 de los 106 años de condena que le correspondían, «ha recaído» presuntamente en sus agresiones a otras mujeres, la lista del fracaso en la protección de los inocentes, objetivo primordial, de la ley, se incrementa con nuevas fechorías. No siempre se puede compaginar la protección de los derechos humanos, el castigo al delincuente, la rehabilitación del mismo y garantizar la seguridad que nos permita vivir en libertad. Pero lo que sí se puede es, no banalizar el crimen dando un protagonismo mediático al que comete un delito, no reducir las condenas por delitos violentos y dejar a los delincuentes «presuntamente rehabilitados» en libertad sin un estricto seguimiento. Y, por supuesto, no se puede dar opciones a los reincidentes. En Francia, el pederasta reincidente Evrard tardó pocos días en violar a un menor tras su puesta en libertad. En nuestras manos está que casos así no pasen también aquí.

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