El hombre tranquilo

INCLUSO los que piensan que José Luis Rodríguez Zapatero puede perder las próximas elecciones reconocen que lo que jamás va a perder son los nervios. Ignoro si su desayuno habitual es un bocata de Ecuanil o bien si es como aquel tipo, que por cierto no sale en la Biblia, que el primer día del Diluvio Universal, mirando el cárdeno cielo, adelantó su pronóstico meteorológico y dijo: esto van a ser cuatro gotas. Ahora, tras despachar con el Rey, cuya vida guarde Dios muchos años, hasta que nos merezcamos ser republicanos, nos garantiza que España está a salvo de la crisis financiera que se ha desencadenado por el batacazo de las hipotecas de riesgo en los Estados Unidos. No debemos preocuparnos por nada, ya que nuestra economía es muy sólida. Ya son trece los fondos españoles afectados, pero eso no debe propiciar nunca que cunda la zozobra. Ya sabemos que en caso de que se produzca incendio lo mejor es no alarmarse, aunque se corra el riesgo de morir carbonizado. El sosiego quizá no sea la más alta virtud de los españoles, por eso Velázquez es un fenómeno único. Claro que Velázquez era un portugués genético. Eso de mantener la serenidad en los momentos difíciles tiene mucho mérito y más si tenemos en cuenta que todos lo son para el presidente de una nación. No sé si el nuestro ha leído al taimado jesuita Baltasar Gracián, o sólo lee a Antonio Gamoneda, pero Gracián aconseja no perder la tranquilidad y considera «prenda de mayor alteza de ánimo» la que demuestra el hombre impasible. Nunca se podrá temer de él un arrebato, ni una medida como la que acaba de tomar su colega Nicolas Sarkozy, que obligará a los pederastas a optar por la cadena perpetua o la castración. ¡Manda huevos! Por muy arduas que sean nuestras tareas debemos imitar a los inquilinos del Olimpo. Tengo entendido que allí ni siquiera hay tormentas de verano.