Diario de León

TRIBUNA

El atasco como identidad patriótica

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LO NUESTRO ES EL atasco continuo y permanente. Hay unos que se pueden sobrellevar, otros exigen una fulminante respuesta. Lo cierto es que se habla de jornadas negras para referirse a los kilométricos atascos de tráfico que, aún más si cabe por estas fechas, se acrecientan como el crecido desierto español y, sin embargo, no se sitúa en el mismo paralelo (de jornadas negras) otros abusos que incluso llevan a la muerte de personas. El embotellamiento asfáltico que, a vista de pájaro, guarda cierta similitud con los rabos de lagartija atrapados en un laberinto, por desgracia no es único en este mundo alocadamente real, menos fluido que el mundo imaginario, donde los obstáculos son capaces de enzarzarse descaradamente, con tal de ahogar a la rosa. Menos mal que Jacinto Benavente nos puso alas para salvarnos y nos pintó el amor ciego para no ver los zarzales. Es lo propio. Estamos colapsados entre la maleza, la ineficacia, el desorden, la extorsión, la injusticia de una justicia que suele llegar tarde, mal o nunca, la falta de libertades; y, lo peor de todo este desaguisado, es que caminamos bajo una desgana verdaderamente preocupante. La realidad está llena de atascadas pruebas. Unas administraciones dificultan a otras, unos gobiernos a otros, lo que hace que se eternicen asuntos (de bien común) y se engrandezca el atasco del sinsentido consentido, el absurdo de las contrariedades, la falta de criterio. La causa siempre es la misma, la politización de todo frente a la falta de profesionalidad. Por eso, pienso, que sería bueno rehabilitar la política como tarea ética para empezar a descongestionar estancamientos ilógicos antes que el atasco siga tomando raíces en nuestras vidas y lleguemos a confundirlo con la identidad patriótica. Jamás entendí ese afán por la obstrucción, con lo fácil que es a veces facilitar las cosas que han de ser, por propio sentido común. Puestos a priorizar se me ocurre que habría que desembarazar antes el atasco marginal que sufren familias que por la noche no pegan ojo, porque el futuro no lo ven claro. Me consta que muchas trabajan a destajo para salir de la exclusión. Que buscan protección social y que, casi siempre, obtienen la callada por respuesta, previo enviarlas de ventanilla en ventanilla a hacer kilómetros. Tampoco creo que la solución pase por abonar una limosnera cantidad, como puede ser el pago de los 2500 euros por nacimiento o adopción de hijos, sino por hacer verdaderas políticas de inclusión social más allá del papel, o del embrollo normativo, y de las buenas intenciones. Desde luego, en este país las políticas familiares siguen estancadas, pese a tanta reglamentación social incapaz de reducir las desigualdades y de enviar al destierro la marginalidad mediante políticas preventivas. Para empezar, el acceso al empleo no es igual para todos, tampoco a todas las familias se les garantiza recursos económicos mínimos para que puedan subsistir y levantar cabeza para aprender a valerse por sí mismas. Ya que España, durante el 2007 y 2008, es el primer beneficiario de los fondos europeos sobre flujos migratorios, bien podría darse el todo por el todo en la integración social de los inmigrantes. Difícil conseguirlo cuando la misma cohesión social y el desarrollo sostenible entre comunidades y provincias es un conflicto permanente, un atolladero con poca salida. La verdad es que, sin referentes solidarios, poco puede hacerse para saltar las dificultades y adecuar el crecimiento económico de algunos sectores a un extensivo bienestar social que sería lo verdaderamente avanzado y progresista. No pocas veces falla algo tan básico para la integración como puede ser la escucha o la misma consideración hacia la persona. Llegado a este punto, no se puede dejar de mencionar algo que está ahí, me temo que creciendo, el negocio del tráfico de seres humanos, sobre todo de mujeres inmigrantes, muchas de ellas aún adolescentes, atrapadas por la esclavitud, sin derecho alguno, porque no encuentran otro horizonte que la industria del sexo para sobrevivir. En cualquier caso, creo que el mejor modo de resolver una dificultad pasa por no tratar de esquivarla. No se puede evadir lo que es patente, mientras la economía española ha tenido un notable dinamismo en la actividad, aún persiste el atasco de las grandes diferencias en términos de renta, de garantías asistenciales, de protección o de tutelas. Para colmo de males, el atasco judicial se lleva la palma. Así no se pueden resurgir sociedades avanzadas, dinámicas y justas, nada más que de boquilla; puesto que, con demasiada frecuencia, ni lo más básico de una sana convivencia se da, hablo naturalmente de las diferencias individuales de cada ser humano. Más bien todo lo contrario. ¿No es retroceso que las palizas de muerte se hayan vuelto costumbre o los secuestros estén a la orden del día para regocijo del violento? Sin duda alguna, las riadas humanas más sanguinarias son aquellas en cuyos cauces ha desembocado el veneno de un poder sin principios. Levantarnos y limpiar este atasco putrefacto, haciendo patria común contra las víboras que deshumanizan, creo que es la mejor manera de que la unión, fuera estorbos y retengos, se haga realidad y que lo único que se convierta en moneda de cambio si ha de ser algo, que lo sea la sonrisa. En todo caso, desde que Ramiro de Maeztu dijo que la patria es espíritu y Montesquieu desatascó la democracia de los excesos del espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y del espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo, uno piensa que la identidad patriótica que se funda en un valor o en una acumulación de valores, tiene bien poco de sabiduría sino asegura a todos, inclusive la diversidad, una digna vida para que se pueda digerir la madre de los desconsuelos, una pobreza estancada que encima crece y crece, mucho más que el embotellamiento del tráfico que, al fin y al cabo, la forman unos conductores que llevan una vida digna aunque sea sobre ruedas. Cuestión de prelación. En suma, que la pobreza cero sería la mejor autopista al bienestar social.

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