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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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MANUEL FRAGA no es sólo el fundador y el refundador del Partido Popular, sino el dirigente cuya fecha de caducidad política, en la que vive, se ha anticipado al momento de su amortización. Logicamente, Fraga Iribarne no volverá a disputar el poder en su Galicia natal porque las fuerzas le fallan, pero aún puede dirigir una frase hacía la cúpula popular y producir cierta conmoción en las alturas del Partido Popular. Acaba de producirla, al decir en una cena-homenaje que le ofrecía una localidad de La Coruña cercana a Perbes, el pueblín en el que veranea, juega al dominó, lee y descansa, que en un partido «hay que ir preparando las sucesiones», lo que se interpreta como un apoyo más o menos expreso al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, en su deseo de saltar de la política municipal a la nacional, donde la amplitud del espacio facilita las operaciones políticas de gran alcance. Citándose a sí mismo como ejemplo, dijo que un partido no se puede hacer con un solo hombre. «Yo nunca pedí que se hiciera sólo conmigo», aseguró ante muchosmilitantes del Partido Popular. «Hay que ir preparando las sucesiones, yo lo sé bien». Se piensa que estas frases son de apoyo a Alberto Ruiz-Gallardón porque forman parte de la respuesta a una pregunta sobre la tensión que las aspiraciones reiteradamente confesadas del alcalde producen en los despachos de Génova 13, donde se procura no admitir más competencia sucesoria que la interna. Pero como teoría general del proceso renovador en los partidos, la tesis de Manuel Fraga sería gratamente aceptada por el núcleo dirigente del Partido Popular, en el que la figura de Mariano Rajoy no sólo es cuestionada en discretos susurros, sino que su sucesión/sustitución es un asunto sobre el que hay consenso tácito, por lo que no trasciende al público. Desde Faes, el think tank popular, se seguiría pensando que la designación digital de Mariano Rajoy tal vez fuese en su momento equivocada, pues el que a última hora habría sido el preferido de José María Aznar carecía aún de suficiente proyección pública. En proyección personal, política y mediática, Mariano Rajoy ganaba a Ángel Acebes, pero éste sigue siendo en el Partido Popular el cancerbero de las llamadas esencias aznaristas, como el delfín que no dio tiempo a designar, por haber sido preferido unas semanas tarde. Manuel Fraga siente más confianza en Alberto Ruiz-Gallardón, de cuyo padre fue gran amigo, que en la actual dirección de Génova, con sus exageraciones críticas que a veces sobrepasan los límites de una oposición responsable. Pero Génova parece herméticamente cerrada a un compañero que obtiene mayorías absolutas en cuantas elecciones se presenta, culto, fácil, tal vez demasiado fácil de palabra, e íntimamente persuadido de que, en un concurso de méritos, se llevaría el primer puesto entre los más acreditados militantes y dirigentes del Partido Popular. La irrupción de Ruiz-Gallardón en la lista electoral de Rajoy, y junto a él, produciría después de las elecciones importantes corrimientos de influencia en las alturas del partido, por lo que ni el apoyo de Fraga va a lograr que el alcalde de Madrid ingrese en el delfinario de Génova.

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