Diario de León
Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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AL SER COLECTIVOS humanos, todos los partidos políticos sufren, excepto en fugaces etapas de euforia, y aunque procuran ocultarlo, su dolor aflora y se hace noticia, sobre todo cuando afecta a las dos fuerzas mayores, PP y PSOE. La ruptura formal de lazos entre la ya ex socialista Rosa Díez y su partido, por voluntad de la primera, se ha recibido en la sede de Ferraz con menos malestar que alivio, pues desde hace tiempo se movía la militante vasca en ámbitos lejanos al PSOE, defendiendo tesis que el Gobierno de Zapatero, si no las hubiera ignorado, las habría calificado de heréticas. Pero la pérdida de un afiliado/a con valía acreditada siempre deja un poso de tristeza, por mucho consuelo que produzca, y el adiós a Rosa Díez, en la estación de los desencuentros, pudo ir acompañado ayer del suspiro de algún socialista vasco, reacio a las relaciones políticas transversales cuando tan claros resultan los frente a frente. Y el PP no acierta a despegarse del tema de la sucesión, que sigue a Rajoy por donde pisa, lo que ayer volvió a comprobarse en Alicante, donde al presidente 'popular' le preguntó un informador si encontraba

que un partido pidiera la sucesión de cualquier líder por cualquier contingencia, a lo el interpelado respondió que esa era buena pregunta para hacérsela a Zapatero cuando pierda las próximas elecciones de marzo. El periodista replicó que, de momento, la pregunta se la había hecho a él, a Rajoy, por lo que esperaba la respuesta. Y respuesta hubo: «Es que yo eso lo veo muy lejos». En el PP se venía hablando de celebrar un acto grandioso, una convención por ejemplo, poco antes de las elecciones como plataforma de lanzamiento o relanzamiento de Rajoy a la campaña electoral, lo que sigue sugiriendo que la figura del presidente del partido inspira algunas dudas entre varios miembros de la cúpula. Preguntado, pues, por esa convención que hasta un portavoz 'popular' había más o menos confirmado, Rajoy dijo que no existía tal proyecto, lo que podría interpretarse de dos formas: o Rajoy se opone a verse catapultado hacia las urnas desde una ceremonia de fervores o prefiere que ese proyecto no se anuncie hasta que su celebración sea inminente. También sería lícito sospechar con exagerada malicia que al presidente del partido no le habían informado todavía del asunto. En el reparto de problemas que el destino organiza entre los partidos, al PSOE le corresponde el de la insumisión iracunda de varios, bastantes, muchos militantes del partido (PSN) en Navarra, efecto del apoyo socialista, ordenado desde Ferraz, a un gobierno en Pamplona del UPN, franquicia local del PP. Pide el sector irritado no sólo la dimisión del secretario general, Carlos Chivite, a quien hacen responsable de la situación, sino un cambio radical de la misma, desalojando del poder a UPN para hacer hueco a un gobierno tripartito del PSN con Nafarroa Bai e IU. Ferraz mide el deterioro del partido en Navarra y sopesa el beneficio de haber dejado al PP sin el arma arrojadiza de una coalición de los socialistas con los partidarios de una Navarra en el seno del País Vasco. Tal vez el beneficio sea mayor que el deterioro.
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