TRIBUNA
24 de abril
«CONVIENE rechazar la ilusión de que hubo tiempos en que la narración histórica era fabulosa, mientras que en el presente la veracidad y la objetividad definen lo que se puede considerar histórico. Los estilos han cambiado, como lo han hecho los mitos, pero la historia sigue asociada a las concepciones sociales y los prejuicios de los historiadores y de su público, aunque unos y otros tiendan a creer, como lo hacían los hombres del pasado, que sus mitos y prejuicios son verdades indiscutibles». Utilizo palabras de un gran historiador, Josep Fontana, para, aparentemente, tirar piedras contra el tejado de nuestra disciplina, pero sólo pretendo realizar un sano ejercicio de distanciamiento, necesario para abordar el estudio del pasado sin ser dominado por la imagen que nos hemos creado de él. También me servirán para explicar los orígenes del debate histórico-político que ha surgido este verano en León y que anuncia el que provocará el próximo año en toda España la conmemoración del segundo centenario del comienzo de la Guerra de la Independencia. La Guerra de la Independencia es uno de esos acontecimientos que, por su importancia y complejidad, dan lugar a múltiples lecturas e interpretaciones, entre ellas las simplistas o interesadas que pretenden utilizarla para respaldar sus planteamientos políticos sobre la actualidad. El levantamiento se producirá en toda España en defensa del rey, la religión y la patria, que siempre es España, como lo reflejan los textos de las proclamas de las Juntas o los escritos de los protagonistas. Otra cosa es que en la motivación popular podamos encontrar razones para la rebelión diferentes a las oficiales, algo que discuten los historiadores. Como también se debate si existía o no un sentimiento nacional español en la época o hasta que punto se crea durante la propia guerra. En cualquier caso, el independentismo sólo aparecería entre los criollos de América y no en 1808. Ahora bien, que se trate de una revolución periférica, en la que se crearon nuevos órganos de gobierno en la mayoría de las antiguas provincias de la monarquía, que adquirieron el carácter de soberanos y tardaron cuatro meses en establecer un poder unificado de la España patriota o rebelde, ha permitido interpretaciones que ponen el acento en esa autonomía de las Juntas o en la revitalización de viejas instituciones. Es decir, que buscan en ella argumentos para sostener la legitimidad histórica ya sea de regionalismos o de nacionalismos alternativos al español. Esto es lo que ha sucedido en León con la conversión de la manifestación de protesta del 24 de abril de 1808 en el «primer alzamiento» contra los franceses e incluso, más recientemente, con la aparición de una lectura independentista y anticastellana del acontecimiento. El origen del malentendido sobre la supuesta primacía es, de todas formas, bastante inocente. Hay que buscarlo en la obra de eruditos locales, carentes de información suficiente sobre lo que había sucedido realmente en España en 1808, que, apoyándose en las afirmaciones de algunos protagonistas, crearon el «mito» de que León se había levantado antes que nadie contra Napoleón. Es en los últimos años cuando se ha visto potenciado porque el 24 es el día siguiente al 23, fecha en que se celebra la fiesta de la comunidad autónoma. No es algo totalmente extraño que localismos y regionalismos se atribuyan el mérito de haber sido los primeros, los que iniciaron la guerra contra el francés. La Guerra de la Independencia no comienza en un fecha concreta, es fruto de un proceso de agitación que empieza en 1807 y se agrava en la primavera de 1808, tras el motín de Aranjuez, combinando la crisis política y social interna con el rechazo creciente a la intervención napoleónica en los asuntos de España. Las tropas supuestamente aliadas que mandaba Murat habían entrado en Madrid el 23 de marzo, entre esa fecha y el 2 de mayo hay una media de entre dos y tres soldados franceses fallecidos de muerte violenta en la capital de España. Los incidentes son continuos. En varias ocasiones se está al borde del estallido de un motín popular, que se producirá efectivamente en la ciudad de Burgos el 18 de abril, donde tres civiles españoles resultaron muertos por los disparos de los soldados franceses, esto sucedió seis días antes de que se produjese la protesta leonesa. Un altercado ocurrido en Madrid el 20, debido al intento de agentes franceses de imprimir unos panfletos favorables a Carlos IV -se trataba de deslegitimar la subida al trono de Fernando VII y después promover la intervención de Napoleón como árbitro en la crisis española-, es la causa de la manifestación de nuestra ciudad, pero es evidente que la causa se produjo antes del efecto. El 21 también había estallado un motín en Toledo donde, como en Burgos y en Madrid, pero no en León, había tropas francesas. El 24 de abril no fue el primero, pero tampoco fue «alzamiento». Se trató de una manifestación pacífica de apoyo a Fernando VII, encabezada por las autoridades. Se realizó, a petición popular, un alistamiento de voluntarios que quedó en nada. No hubo héroes, ni muertos o heridos, sólo fue atacada la casa de Felipe Sierra Pambley, no por afrancesado, sería patriota y miembro de la Junta, sino porque se lo identificaba con Godoy. Al día siguiente se recupero la normalidad y el 26 de mayo, más de un mes después, el ayuntamiento leonés aceptó las abdicaciones de Bayona y la imposición de Napoleón y eligió a un diputado para las Cortes que debían celebrarse en la ciudad francesa. Sería el pueblo de León el que se levantase el 27 y, tras varios días de incidentes, lograse la creación de una Junta el día 30. Tampoco fue León la primera en establecerla, muchas otras ciudades lo habían hecho en toda España desde el 24 de mayo. En cualquier caso, fue entre el 24 de mayo y el 1 de junio cuando se crearon las Juntas que constituyeron un poder alternativo al sostenido por los franceses y organizaron ejércitos que comenzarán efectivamente la guerra contra ellos. El 2 de mayo fue decisivo para inclinar a la población contra los invasores, pero no supuso tampoco el comienzo del enfrentamiento armado. ¿Quiere decir esto que el 24 de abril fue un acontecimiento intranscendente? En absoluto. Es una de las primeras protestas populares contra la intervención francesa y se produce en una sociedad como la del Antiguo Régimen donde ese tipo de manifestaciones eran inhabituales. Es muestra del importante descontento que existía entonces en toda España, también del desconcierto de las autoridades, que preferían encauzar las protestas, pero nunca adoptarán decisiones contra la ocupación. Desde luego el levantamiento leonés de mayo se realizó en favor de Fernando VII y contra la intervención napoleónica, pero nunca contra Castilla. Es cierto que la Junta leonesa, como la mayoría de las creadas en esas fechas por iniciativa popular, fue celosa de su autonomía y chocó con la máxima autoridad militar, el Capitán General de Castilla la Vieja, Gregorio de la Cuesta, que por otra parte era originario de Cantabria, pero es uno de tantos enfrentamientos entre juntas y militares que se producen durante ese periodo. En cambio la Junta introdujo en su seno a diputados de las provincias de Castilla que pudieron enviarlos. La Junta de León estaba integrada por los miembros del ayuntamiento de la capital, varias personalidades designadas por los miembros de la propia Junta, seis representantes de los vecinos de la capital y ocho del resto de la provincia, a ellos se sumaron en julio cinco de otras tantas provincias «castellanas». Desde entonces la Junta se denominará de León y Castilla. Será esta Junta la que elija el 30 de agosto a los representantes de los reinos de León y de Castilla en la Junta Central. Los de León fueron elegidos por los vocales leoneses, de la provincia de León, entonces con fronteras parecidas a las actuales, aunque no idénticas. Los de Castilla por los de las otras provincias, incluidos el de Zamora y el de Salamanca, que son consideradas provincias «castellanas». No hay asomo de conflicto entre León y Castilla, a lo sumo alguna queja de las provincias castellanas que se consideraban, con razón, infrarrepresentadas en la Junta. León jugó un importante papel en la Guerra de la Independencia, también Antonio Valdés y el vizconde de Quintanilla, que representaron al reino en la Junta Central. Los diputados leoneses participaron en la obra de las Cortes de Cádiz, que abordaron la tarea de construir el primer Estado constitucional y moderno de la historia de España. En 1813 se constituyó la primera Diputación Provincial leonesa. Debe, por lo tanto, conmemorarse el año próximo en León el levantamiento de 1808, pero sin deformar, exagerar o tergiversar lo que sucedió.