Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LOS MENDIGOS huelen de una manera especial cuando se mojan. Exhalan un aroma intenso que se hace aún más penetrante cuando caen cuatro gotas sobre sus poco vistosas indumentarias. No es cierto que se trate de un olor inconfundible, ya que se puede confundir con el de otros menesterosos. Para evitar las agresiones a las pituitarias de las personas de orden y buenas costumbres, un alcalde conservador de las afueras de París ha adquirido un producto repulsivo para pulverizarlo en los lugares donde gustan reunirse las personas sin techo y, lo que es peor, sin paredes. La medida no ha logrado el éxito que cabía esperar. Los funcionarios municipales se negaron a emplear el fétido producto y el PS francés le exige al presidente, Nicolás Sarkozy, que condene el procedimiento, que en su opinión es inaceptable y atenta contra la dignidad de la persona. También fracasó, hace algunos años, aquella campaña que inducía a la gente acomodada a invitar, al menos una vez al año, a un desheredado, bajo el eslogan de «Siente un pobre a su mesa». Parece que luego no se quería levantar. También se registraron muchos casos en los que el huésped se inflaba de comer y, como carecía de entrenamiento, se ponía malo apenas iniciada la sobremesa, vomitaba y lo ponía todo perdido. Muchos sistemas se han empleado para acabar con los pobres, salvo uno: acabar con la pobreza. Por eso seguimos disponiendo de una variada galería, un muestrario muy diverso. Hay pobres arrodillados, manuscritos, llorones, conminativos y bendecidores. También los hay, sin duda, peor educados, que en caso de no ser socorridos le escupen al presunto cliente o bien se cagan en sus muertos. Ya se sabe que hay personas que no se conforman con lo que no tienen.

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