LA VELETA
Ibarretxe y su plan
EL LENDAKARI Ibarretxe ha vuelto de vacaciones con su vieja aspiración, muy remozada, de convocar un referéndum en el que los vascos decidan su futuro. Nada más celebrar ayer en Donosti su primer consejo posvacacional de Gobierno, renovó ante la prensa su tesis soberanista, tal vez para que el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, supiera desde el inicio de curso que en Ajuria Enea siguen las espadas en alto. Cuando un plan soberanista como el de Ibarretxe se ve derrotado frontalmente por la fuerza de los votos de un parlamento nacional, como el de España, lo más sensato es guardarlo en un cajón como asunto a estudiar por los historiadores. El lendakari, sin embargo, resucita su plan con intermitente insistencia, bien en discursos sin mucha resonancia, bien, como ayer, con especial dedicación a tres destinatarios. Uno de ellos, queda dicho, sería Imaz, y los otros dos, Zapatero y, como símbolo circunstancial del PP, Rajoy. Zapatero fue quien preparó y en cierto modo ejecutó parlamentariamente la derrota en Madrid del plan Ibarretxe, siendo Rajoy colaborador necesario. Y el lendakari regresó políticamente vencido al País Vasco por la invulnerabilidad de la Constitución española y de sus formulaciones institucionales. Aunque la frecuencia con que Ibarretxe resucita su plan difunto lo sugiriese, sería irrespetuoso denominarlo plan zombi, sobre todo porque resurgía a la dialéctica política despojado de concreciones, sin la menor indicación de una fecha, por imprecisa que fuera, de celebración, y sin que resulten aclaradas las circunstancias en que podría celebrarse, ya que no hablaba el lendakari de ausencia total de violencia, lo que permite imaginar que el referéndum o consulta se celebraría con estruendo de explosiones terroristas y con presumibles víctimas mortales, que es el objetivo que actualmente estaría persiguiendo ETA. Lo que Ibarretxe parece desear es que Zapatero y Rajoy se enteren de que el futuro de los vascos va a decidirse en Euskadi, y no en Madrid, pero en estos asuntos de territorialidad centrífuga los partidos constitucionalistas son duros de mollera y se atienen a lo que dice la Constitución, entre otras razones porque no pueden atenerse a otra cosa, ya que la Constitución no lo permite, ni lo permitiría la sociedad española, ni encajaría en el esquema jurídico del Estado. Un Estado que parece un buen negocio, pues la contabilidad nacional señalaba ayer un superávit de más de ocho mil (8.000) millones de euros, dado que el gasto público es inferior a los ingresos. Y eso lo van a aprovechar todos los nacionalistas catalanes para arrancarle a Solbes, vía presupuestos, el valor máximo de sus votos. Es un ejemplo que debería seguir Ibarretxe en vez de dedicar el último tramo de la legislatura a impulsar el debate sobre «el derecho a decidir» de la sociedad vasca.