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Publicado por
RAMÓN IRIGOYEN
León

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AHORA QUE las exigencias de los partidos políticos y el calendario parece que mandan a criar malvas la Ley de la Memoria Histórica, vuelven a la palestra, como sucedáneo, los Franco. A los miembros de esta célebre saga los ciudadanos de a pie no los veíamos desde los días en que María Carmen Martínez Bordiú triunfaba en el programa Mira quien baila, que tantas temporadas de gloria está dando a Televisión Española-1. Pero ya escribió el poeta Jaime Gil de Biedma que en la vida los olvidos no suelen durar y por eso la Xunta de Galicia está empeñada en imponer algún uso público al Pazo de Meirás, ubicado en Sada, entre las rías de Betanzos y La Coruña y regalado a Francisco Franco en los ardores de la Guerra Civil. Si consultamos una enciclopedia -porque la Guerra Civil cada día va quedando más cerca de la invasión de los árabes, allá por el 711- vemos que tuvo lugar hace setenta años. Y, por tanto, en estas siete décadas, los herederos del dictador se han encariñado con la propiedad de tal modo que se niegan en redondo a abrir las puertas del Pazo a una inspección que pretende realizar el gobierno gallego. Los Franco, además, ya saben que el Pazo de Meirás fue construido, en las postrimerías del siglo XIX, por encargo de Emilia Pardo Bazán y se han hecho adictos a la prosa de esta extraordinaria escritora gallega. Los Franco le han cogido cariño a todo: a las tres torres del Pazo y a la novela Los pazos de Ulloa, de doña Emilia. Ahora por la megafonía del Pazo de Meirás se oye interrumpidamente el «no pasarán» que cantaban los milicianos republicanos en la guerra.