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Publicado por
PACO SÁNCHEZ
León

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DONDE YA NO hay periodistas, hay monjas. Cuando sucede una catástrofe en lugares remotos, aparentemente abandonados de la mano de Dios, en los que ninguna agencia ni medio importante estaciona jamás un periodista, aparecen de pronto las misioneras y misioneros, convertidos en corresponsales telefónicos de las televisiones y las emisoras de radio. Hablan, además, con una precisión, una sencillez, un aplomo y un conocimiento que suelen pasmar a los profesionales. Pasado el primer momento, desaparecen otra vez. Vuelven al silencioso desgaste de sus vidas en patrias ajenas. Llegan los periodistas y empiezan a contar muertos, primero, luego historias de heroísmo o de rapiña. Por fin, buscan responsables por la falta de prevención, dudan de la eficacia de la ayuda internacional o de cómo se coordina, hasta que, finalmente, los periodistas se van otra vez. Las coberturas informativas de los desastres tienen duraciones muy desiguales y dependen, en primer lugar, de la presencia o ausencia de periodistas sobre el terreno. Por eso las noticias sobre el Katrina duraron tanto, y tan poco las del terremoto de Perú, que sucedió hace apenas quince días. Dependen también de los intereses políticos en juego, pero ¿a quién le importa cómo lo haya hecho el gobierno de Alan García? Alan no es Bush. Digo todo esto porque me acaba de llegar un correo electrónico. Viene de unas monjas españolas que trabajan desde hace muchos años en Perú. Sólo contiene unas fotos del desastre y una petición: que rece un padrenuestro por los fallecidos. Lo hago inmediatamente. Después, busco las últimas noticias de Perú y... nada, salvo algo de márketing a costa de los damnificados. Pero donde ya no hay periodistas, siguen las monjas.

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