Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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DESDE HACE tiempo, en los países desarrollados, se construyen más asilos que guarderías y se venden más bastones que chupetes. La vida humana se ha prolongado, aunque desdichadamente por su tramo final, cuando ya no es vida, y en cambio se le prohíbe el derecho de admisión a gente y no se le da la oportunidad de pasarse una temporada en este planeta. Su Santidad el Papa ha denunciado una Europa «pobre en niños» y atribuye la escasez al egoísmo. Quizá la carestía de la vivienda influya decisivamente. Muchas personas se retraen y lo piensan mucho antes de invitar a un desconocido a su casa, no vaya a ser que no encuentre sitio. No es que haya descendido la hospitalidad, sino que han menguado los metros cuadrados de los pisos. El declive de la natalidad, que caracteriza a las sociedades opulentas, se debe a que cada vez son menos los que quieren compartir lo que tienen. El egoísmo es mucho más influyente en la demografía que la píldora anti-baby y que la píldora del día después, ya que se da mucho antes. Aunque no predique con el ejemplo, tiene razón el Papa Benedicto XVI al acusar al viejo continente de la penuria de niños. En las naciones sin desarrollar hay déficit de todo menos de niños. Los trámites necesarios para la procreación son igualmente sencillos y placenteros, pero se conoce que allí los llevan a cabo con mayor asiduidad, ya que no tienen otras distracciones. Por eso hay tantos niños soldados, tantos niños esclavos y tantos niños sin escuela. También en Europa, después de las guerras, se estimuló la natalidad y se recompensaba a las familias numerosas. Esto de venir al mundo no se le consulta a ningún expedicionario. Ni siquiera se le dan planos de los itinerarios que tiene que seguir.

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