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FEDERICO ABASCAL
León

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AYER SE REUNIERON Zapatero y Rajoy con sus respectivos grupos parlamentarios. Fueron dos mítines legislativos, preparatorios de la campaña electoral, que sirvieron a uno y otro, presidente del Gobierno y líder de la oposición, para intercambiarse parabólicamente fuertes acusaciones políticas. Sucedió, sin embargo, que el viento de la actualidad económica soplaba a favor de Zapatero mientras que la nave de Rajoy parecía afectada por unas horas de levante en calma. De Bruselas se recibían noticias de que la Comisión Europea estimaba como escasamente negativo el efecto de las turbulencias inmobiliarias de Estados Unidos en la evolución de las economías europeas, y el hecho de que la española vaya a terminar el año, presumiblemente, creciendo en torno al 3,7% parece haber conjurado de nuestras costas la crisis de las hipotecas locas del mercado crediticio norteamericano. Albricias. Mariano Rajoy calificó de «frivolidad» una metáfora de José Luis Rodríguez Zapatero sobre la buena marcha de nuestra economía en la «champions league de las economías mundiales, pues España es la que más partidos gana, la que más goles ha metido y la menos goleada». «Esa es la realidad», apostilló ZP para que su ocurrencia metafórica no pareciera un divertimento oratorio. Era lógico que el líder popular arremetiera contra esa forma de describir la situación de una economía que dista mucho de ser perfecta, al menos en competitividad y déficit exterior, dos defectos que Rajoy sacó inmediatamente a la luz, antes de añadir un tercero, «un problema muy importante que tienen las familias y el conjunto de los ciudadanos para llegara a fin de mes, el problema de las hipotecas». En efecto, el euríbor en ascenso muerde muchos presupuestos familiares, pero todos los economistas coinciden en que la subida de tipos de interés ha tocado a está tocando techo, por lo que el horizonte, para los tenedores de hipotecas, no se nublaría más de los está el presente. Y el presente, en líneas generales, parece soportable. Los parlamentarios del PP formaban piña ayer en torno a Rajoy, el estandarte que va a señalar a su partido el camino a seguir en el semestre electoral en curso, mientras que el grupo socialista, con ese componente asambleario que no se desprende del PSOE, hacía compatible su lealtad disciplinaria a Rodríguez Zapatero con asuntos abiertos a un improvisado debate sobre temas sociales más bien, y el último tramo de la legislatura, durante el que el presidente pidió a sus diputados que no tengan más amigos que los ciudadanos, asumiendo sus críticas y escuchando sus aspiraciones, con vistas al programa electoral. Del Grupo Popular salió Rajoy ilusionado en la elaboración de un programa para la próxima legislatura, mientras que Rodríguez Zapatero, sin desdeñar un programa con novedades, instó a los suyos a esforzarse para que la sociedad revalide en las urnas el proyecto de cambio y futuro puesto en marcha. Pero otro día cambiará el viento y ZP plegará velas, en espera de una brisa que vuelva a hincharlas.

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