Diario de León
Publicado por
ALEJO FERNÁNDEZ PÉREZ
León

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ACABO DE VER al presidente de Venezuela, Hugo Chávez en la TVE 1. Espectáculo deprimente. Considera la democracia venezolana poco menos que la mejor del mundo, y como algunas leyes lo constriñen en su gobierno prescindirá de las que hagan falta, aunque tenga que cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder. ¡Por el bien del socialismo, claro! Nadie habla hoy de la patria. La pena es que el mundo no lo vea como tal demócrata . ¡No sabemos lo que nos perdemos! Rodríguez Zapatero se ha alineada con países como Venezuela, Bolivia, Cuba y países árabes todos antidemocráticos y proclives a la violencia, con el denominador común de ser anti Estados Unidos, anticatólicos y dictatoriales. Al mismo tiempo ha roto con Estados Unidos y ha enfriado sus relaciones con los países democráticos europeos. A la vista de la clase de demócratas que inundan el orbe empiezo a sentirme menos demócrata cada día. Como dice un viejo y amigo socialista: «Ser de izquierdas empieza a dar vergüenza». Resulta que han sido o son demócratas países como Rusia, China, Cuba, Venezuela¿ lo fueron los antiguos satélites de Rusia y la Alemania de Hittler, lo siguen siendo los países árabes, etcétera. Y Todos más demócratas y socialistas que nadie. Pero ninguno de esos países obtuvo la democracia con el apoyo de sus pueblos, ni sus pueblos movieron un dedo para mantener a tales demócratas cuando cayeron. De estas democracias huye la gente a la primera oportunidad, incluso poniendo en peligro sus vidas. ¿Y qué piensa la Iglesia Católica al respecto? La Iglesia no entra en el sistema de gobierno que se imponga una nación en concreto: monarquía, democracia, aristocracia, república o una mezcla de entre ellas. Ni prefiere ni excluye a ninguno de los sistemas de gobiernos ni de los gobernantes elegidos «legítimamente» -legítimamente no tiene por que ser democráticamente-. En cada caso la elección dependerá de los tiempos, pueblos, historia e idiosincrasia de las personas. La democracia no constituye un dogma y bajos su paraguas se esconden verdaderos totalitarismos, abusos, y felonías. Sencillamente, hoy la Iglesia considera a la democracia como el más aceptable y oportuno para los tiempos que corren. No olvidemos que de las 210 naciones aproximadamente que hay en el mundo no más de dos docenas se pueden llamar democráticas de verdad. Vittorio Messori nos dice: «En aquellos tiempos, en aquellos lugares, con aquellas historias y temperamentos era lo que convenía. Y, sobre todo, se trataba de autoridades «legítimas» para las que regía el severo mandamiento del Apóstol San Pablo: «Que todos estén sometidos a las autoridades constituidas; ya que no hay más autoridad que la de Dios y las que existen son establecidas por Dios. Así, quien se opone a la autoridad se opone al orden establecido por Dios. Y quienes se opongan atraerán sobre sí la condena... Es necesario estar sometidos, no sólo por temor al castigo sino también por razones de conciencia... Dad a cada uno lo que le corresponde: a quien corresponda tributo, tributo; a quien temor, temor; a quien respeto, respeto...». (Rom. 13, 1s, 5, 7). Desde el momento en que la Iglesia no puede hacer «lo que le sale de la cabeza», no pudiendo «inventarse» una Revelación según la moda y las exigencias siempre cambiantes porque es esclava de la Palabra de Dios (tanto si ésta gusta como si no), el comportamiento «católico» específico ante los diferentes sistemas de gobierno debería juzgarse a la luz de este párrafo de Pablo y de otros del mismo tenor repartidos por el Nuevo Testamento. Entre ellos se encuentra la primera carta de Pedro (2, 7), esa exhortación que es casi una síntesis, tan breve como eficaz, de la praxis cristiana: «Amad a todo el mundo, amad a vuestros hermanos, temed a Dios, honrad al rey». En todos los casos se refiere a las «autoridades legítimas». Una autoridad puede haber sido elegida «legítimamente» pero esa legitimidad la perderá en cuanto se actúe de forma contraria a la Le y de Dios o a la Ley Natural. Cualquiera que sea el régimen de un gobierno, incluso el más perfecto en teoría, siempre estará encarnado, regido, por hombres imperfectos: valientes y cobardes, íntegros y granujas, honestos y ladrones, llenos de grandeza y miserables. Cualquiera que sea el sistema siempre será imperfecto e insatisfactorio, por lo tanto lo importante serán los gobernantes. Un puesto de responsabilidad jamás deberá cubrirse con personas sin la debida preparación, inútiles, trapaceros y sin más méritos que la fidelidad al partido o al jefe. Un político inepto para su función es la mayor malversación que se puede producir en política aunque no se contabilice. ¿Desde cuándo no oímos hablar de políticos honrados? Honradez es una de esas palabra eliminada de los medios de comunicación. En definitiva, lo importante no es el tipo de gobierno- el papel lo aguanta todo- sino los hombres que gobiernan. A formar a estos y al pueblo que los elija es a lo que la Iglesia ha dedicado desde hace siglos y dedica principalmente sus esfuerzos. A los colegios de los jesuitas, escolapios, salesianos¿ debe Europa una parte muy importante de su civilización. Formar a las clases dirigentes es el mejor bien que se les puede hacer indirectamente al pueblo llano, al que, por otra parte, se han dedicado a educar con la misma intensidad. Haga una prueba: pregunte a sus amigos de cualquier ideología política: «¿A qué colegio te gustaría llevar - o has llevado- a sus hijos? La respuesta suele ser unánime: «A los colegios religiosos». En los que, además de instruir, educan en la Ley de Cristo. Echen una ojeada a los países que han eliminado a Cristo de sus aulas. Bajo las engañosas banderas de democracia, libertad e igualdad, tal y como algunos las entienden, les han robado estas banderas mientras de paso animalizan a sus juventudes. Ejemplos sobran y van en aumento.

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