EL MIRADOR
Imaz/Felipe-Egibar/Guerra
SE RETIRA Josu Jon Imaz, presidente del PNV, de la política activa, abandona su despacho en Bilbao por su casa en Zumárraga, y ese gesto, en el que se percibe un ejemplo de gran altura moral -por dignidad personal y coherencia política- va a producir efectos colaterales en el nacionalismo vasco. Tanto Román Sodupe, histórico dirigente del PNV, como el socialista vasco Ramón Jáuregui coincidieron desde el primer momento en señalar que la personalidad más afectada por el mutis de Imaz sería Joseba Egibar, líder de la corriente soberanista más apremiante del PNV. También Imaz es soberanista y acaricia la idea de una Euskal Herria hasta más allá de los Pirineos, pero sus principios políticos, intensamente democráticos, no le permiten apoyar andaduras por senderos anticonstitucionales, como esa consulta/referéndum a la que no renuncia el lendakari Ibarretxe como sucedáneo de la autodeterminación. En la carta que anuncia su intención de no presentarse nuevamente a la presidencia del EEB, Imaz recuerda desgajamientos internos del reciente pasado por el enfrentamiento de Arzalluz con Garaicoechea, y se muestra decidido a evitar que vuelvan a producirse. Y hay algo, según quien mejor le conoce, que le habría incitado a esta retirada, que se espera circunstancial: la estrategia de Imaz es la palabra persuasiva, el diálogo templado y respetuoso, y le disgusta seriamente enfrentarse a un debate interno en el que las voces a menudo se destemplan y las aspiraciones soberanistas se exhiben y defienden como dogmas. La última gota que habría desbordado el vaso puede haber sido la ponencia consensuada entre las dos facciones del partido, pero en la que a la consulta/referéndum, por presión del bando de Egibar, con Arzalluz muy a lo lejos, no se le ponía la menor restricción, ni siquiera la de no celebrarse mientras haya violencia en el País Vasco. La retirada de Imaz, describiendo en su carta el futuro que para su partido y Euskadi desea, contempla o imagina, recuerda en cierta modo la del rey visigodo Wamba a sus tierras de labranza, a las que fueron a implorarle su regreso al trono dignatarios de la corte por las tribulaciones del reino. En ese sentido, y si el futuro que ahora contempla se abriera camino en el PNV, a Imaz podría reclamarle de Zumárraga para que regresara algún día al mando del EBB. Pero como antecedente político, por otros motivos y parecidos efectos, podría recordarse el congreso socialista de 1997, en el que, sin previo aviso, Felipe González anunció que no iba a presentarse a su reelección como secretario general. Las cámaras de la tele se perdieron la imagen del día y de muchos días, que fue la cara de Alfonso Guerra escuchando la retirada de González, que le arrastraba también a él. ¿Retirará de algún modo a Egibar el mutis de Imaz? De momento parece que la retirada del líder de un bando en la guerra interna del PNV no va a suponer la victoria aplastante del otro en ausencia de adversario. Lo urgente es evitar una fractura, y para ello nada mejor que un único candidato de consenso. Ya se barajaban ayer nombres, el de Iñigo Urkullu entre otros. Pero finalice como finalice esta crisis, lo que parece admitir pocas dudas es que el soberanismo más activo saldrá seguramente reforzado.