Cerrar
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

Creado:

Actualizado:

TRAS EL DEPRIMENTE espectáculo de la ofrenda a la Virgen el día grande de la fiesta berciana, en la que la temida intervención del peculiar regidor de Oencia, José Estanga, se convirtió en el disparate previsto y compitió en salidas de tono con la del obispo de la diócesis, Camilo Lorenzo, muchas voces han reclamado la separación de la ceremonia festiva en actos que distingan claramente lo civil de lo religioso. Posiblemente no sería mala solución, aunque inmediatamente se me plantean algunas dudas. Al fin y al cabo, el acto religioso cuenta con una organización con dos mil años de experiencia y con el indudable atractivo visual de la rica tradición de la religiosidad popular, mezcla de costumbre, folklore y un interesante aparato artístico. Una procesión tiene, sin duda, un significado religioso para el creyente pero incluye otros elementos espectaculares que la hacen atractiva también para el simple curioso. Frente a ello, ¿cómo organizar un acto civil capaz de atraer público? ¿Alguien cree sinceramente que una sucesión de discursos farragosos plagado de lugares comunes atraería a alguien más que a los propios interesados en el «qué se sabe de lo mío» propio de la mañana de la Encina? Siempre cabría la posibilidad, en aras de la vistosidad del acto, de vestir a los alcaldes con el traje regional de cada municipio, organizar una danza de palos que enfrente a los distintos grupos políticos o recurrir a la degustación masiva y gratuita de la gastronomía de la tierra, aunque aún así tengo dudas sobre el éxito de la convocatoria. También cabría dejarlo todo como está, apelando al sentido común tanto de la autoridad civil como de la religiosa para que ambas tengan en cuenta el contexto del acto de la ofrenda y sujeten sus ocurrencias... pero quizá eso ya sería mucho pedir.

Cargando contenidos...