No imponer, no impedir

NO IMPONER, no impedir. Así se titulaba el artículo del presidente del PNV del 15 de julio pasado. Mandaba a los medios de comunicación las claves del conflicto interno que se estaba viviendo en el Partido de Sabino Arana. Esta vez, un hombre joven con una trayectoria socio política moderna e ilustrada trataba de colocar definitivamente al viejo león de más de cien años de vida fuera del mito y dentro de la realidad europea del siglo XXI. Pero había más. De la lectura del polémico artículo se desprende la ruptura definitiva con ETA, el apoyo total al Estado en su lucha contra el terrorismo, cuestión no obvia en la trayectoria del nacionalismo vasco que usó a ETA para avanzar notablemente en las cotas de autogobierno. Se decantaba por la transversalidad de los acuerdos para el País Vasco, se deduce que apostaba por grandes acuerdos político sin exclusiones de ningún tipo, por tanto lejos del modelo de Lizarra que había promovido su compañero Joseba Eguibar. Hoy Jose Jon Imaz ha quemado sus naves. Se ha quedado sólo. No ha podido con Juan José Ibarreche y su Gobierno. El acuerdo alcanzado para la ponencia política maquilla, con la clásica ambigüedad nacionalista, las posibilidades de seguir la senda de la consulta al pueblo vasco en presencia de ETA, con lo cual, tal como advertía Imaz, se corre el riesgo de que la banda se reserve el derecho a estar presente y luego, si no se dan sus condiciones, volver a matar en nombre de la voluntad soberana conculcada por el Estado. Mala noticia, realmente muy mala, para una sociedad necesitada de políticos honestos, éticos, firmes en sus convicciones y capaces de emprender reformas aunque vayan contra la partitocracia. Puede que en el acuerdo de última hora se pactara la no presencia de Joseba Eguibar en puestos clave. En cualquier caso, el vencedor es Juan José Ibarreche que repetirá como lendakari y recupera el papel de guía del pueblo elegido de Aitor para atravesar las aguas de la dependencia a la búsqueda de la tierra-Estado vasco de sus sueños.