Diario de León
Publicado por
JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA
León

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VELEIDOSO ha sido este verano. Me ha recordado la definición de Quevedo sobre el clima de León cuando estuvo hospedado en San Marcos por invitación, creo, del Conde Duque de Olivares. «El ceño de estas montañas, cuyos vientos rabiosos son súbita locura, traen noche e invierno; y en un mismo día de verano, que aquí sólo es vocablo, hacen vivir repartidos por las horas todos los meses del invierno». Un genio era el cojo. Sin embargo el verano, condiciones atmosféricas aparte, ha traído a estas ásperas tierras provinciales gratificantes y numerosísimos actos impensables hace muy pocos años. Aquella proclama engañosa y demagógica: «Cultura para el pueblo», se ha convertido en otra mucho más cierta y práctica: «Cultura en los pueblos». De norte a sur, de este a oeste, hasta la aldea más apartada ha contado con actividades culturales de calidad, que van desde conciertos, exposiciones, encuentros protagonizados por prestigiosos poetas y escritores, a conferencias impartidas igualmente por conocidos transmisores de nuestra particular Arcadia nacional. Bien. Otra cosa han sido una buena parte de esos «Encuentros y mercados medievales» tan en moda últimamente. ¡Que manía con lo medieval! Salvando honrosísimas excepciones, algunas puestas en escena con dignidad de gran producción cinematográfica, una buena parte de tales muestras pretenden justificarlas a base de mucho sayo de percalina o colchas de la abuela, y espadas de madera de chopo a las que se adivinan muchas manos de purpurina barata (recientemente una columnista ha hecho alusión a tan cutres rememoraciones). Aberraciones históricas y anacronismos, confunden a propios y extraños. Para contentar a los espectadores, se les da un bollo preñao y a correr. A ver cuándo los responsables de tales desmanes se ponen al día en cuanto al atrezzo de los actores y no se dejan meter gato por liebre. El día 28 de agosto de 2004, en otra tribuna que se titulaba Y ahora todos medievales , denuncié estas tropelías. Según todos los indicadores, el turismo patrio está falto de calidad. Y si no hay calidad, no hay negocio. Las exigencias de la posible clientela turística aumentan en progresión geométrica. Y, por supuesto, conocen perfectamente la diferencia entre un animal de la familia de los félidos y otro de la orden de los lagoformos. Y vuelvo a Quevedo: «No he de callar por más que con el dedo -ya tocando la boca ya la frente- silencio avises o amenaces miedo». Así y todo, a la vuelta de unas vacaciones express, me encontré con una agradable sorpresa que, aun no muy original, me satisfizo. Uno de los viceportavoces de la oposición (sí hombre, el que «quedó de guardia en Agosto») reclamaba al equipo de Gobierno de nuestro mejor Ayuntamiento, que se solicitase la declaración de Interés Turístico Nacional para las Cabezadas y las Cantaderas. La feliz y repetida idea, en espera de cumplir los trámites reglamentarios, me gustó. Cuantos más marchamos y obligados reconocimientos tenga esta ciudad, mejor que mejor. A estos afanes nos hemos dedicado algunos durante doce años. Otra cosa es que crea en las conclusiones prácticas del oropel. Lamentablemente, tanto reconocimiento, tantas placas de alpaca fina, están devaluando la gloria prometida. ¿Saben ustedes cuantas declaraciones festeras de interés turístico nacional han sido concedidas en este país? Doscientas cuarenta y tres, aparte de las veintidós de carácter internacional. ¿Cuántos de ustedes han visitado la fiesta Els Traginers en Igualada? ¿Cuántos la fiesta de la Vaquilla en Colmenar Viejo? ¿Cuántos El Bando de la Huerta en Murcia? ¿Y La Folía en San Vicente de la Barquera? ¿Cuántos Los Pecados y Danzantes de Camuñas? ¿Y las Hogueras de San Juan en A Coruña? ¿Y las fiestas de San Juan o de la Madre de Dios en Soria? ¿Y¿ etcétera, etcétera? Pues bien, todas ellas, hasta 243, tienen la denominación de Interés Turístico Nacional. Estoy por asegurar que dicha calificación tiene solamente carácter político, desde su concesión a la correspondiente difusión. Depende del palillo que se toque. Después, da lo mismo. Acudirán los de siempre, como ocurre con las Cabezadas y las Cantaderas en León. Las dos fiestas obtuvieron la de Interés Turístico Regional y, la verdad, no se ha notado en cuanto a la audiencia. A pesar de todo, adelante. Personalmente estaría encantado con que la solicitud llegara a buen fin. León merece colgarse otra medalla y que se llene de foráneos con tan fausto motivo. Es un deseo sincero. Y, ¿por qué no pedir la Declaración de Interés Turístico Interoceánico? Se nos llenaría el Barrio Húmedo de australianos con sus mascotas marsupiales y saltarinas. ¡Viva!

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