TRIBUNA
La lengua leonesa y la escuela
EN ESTOS DÍAS se está hablando mucho en la prensa acerca de la posibilidad de que el leonés llegue por vez primera a las escuelas, aunque todavía no están nada claros los detalles. Por ejemplo: ¿Se implantará sólo en la ciudad de León, o en toda la provincia; también en Zamora y Salamanca? ¿Se usará una versión normativizada, o en cada comarca se enseñará la variante local? En caso de que se opte por la normativización, ¿se utilizará una de las ya creadas (la del mirandés de Portugal, o la del asturiano), o se acuñará una nueva bajo los dictados políticos de Conceyu Xoven y asociaciones satélites? Etcétera. En cualquier caso, ¿qué es el leonés? ¿Es un dialecto, o una lengua? ¿Cuándo surgió? ¿Cuál es su extensión teórica? ¿Cuál es la denominación más correcta? Empecemos por el principio: el asturleonés es el dialecto del latín que surgió en la Edad Media en el entorno geográfico del Reino de León. Nació al mismo tiempo que el gallego, el catalán, el aragonés y el castellano, y por lo tanto comparte con ellos la categoría de lengua romance. Es decir, el asturleonés o leonés es una lengua, y sólo se le puede denominar dialecto en relación con el latín, tal y como ocurre con el castellano, el francés, el italiano¿ Probablemente nació en tierras astures y se expandió por la Región Leonesa, así como por parte de Extremadura y Portugal. Algunos estudiosos amplían su área de influencia a Palencia, Valladolid y Cantabria, aunque éste es un aspecto dudoso. En todo caso, tampoco se puede descartar que esta lengua surgiera como una adaptación más o menos espontánea del latín en el solar astur, sin necesidad de acudir al concepto de Reconquista como única explicación de la expansión por algunas de las zonas mencionadas anteriormente. Aunque ya aparecen palabras sueltas, giros y topónimos en documentos de siglos anteriores (por ejemplo, la «Nodizia de Kesos» del año 974, muy anterior a las famosas Glosas Emilianenses), los primeros documentos escritos íntegramente en leonés aparecen al mismo tiempo que sus homólogos en gallego y castellano, esto es, a partir aproximadamente del año 1230. Ello no implica que anteriormente la población sólo hablara latín: está más que claro que estas lenguas se hablaban con anterioridad, pero por unas u otras causas vieron retrasada su plasmación por escrito. Actualmente, la lengua asturleonesa goza de cierto reconocimiento en Asturias y en Miranda do Douro, que también son las zonas en las que tiene más vitalidad. De hecho, a pesar de su escaso número de hablantes, en Portugal el mirandés es la única lengua reconocida de manera oficial junto al portugués. En León, Zamora y Salamanca, por el contrario, su uso ha quedado restringido a las comarcas más aisladas, y su número de hablantes es menguante: sólo mantiene algo de su pujanza en pueblos de Cabrera, Laciana, Sanabria¿ En la mayoría de las comarcas esta lengua ha quedado relegada a un puñado de «falantes» pertenecientes en su mayoría a la tercera edad. Sin embargo, los leoneses, de una manera inconsciente en muchos casos, seguimos empleando parte del vocabulario e incluso de la gramática de la lengua asturleonesa. Esto es palpable en palabras de uso tan frecuente como «gocho» (cerdo), «prestar» (gustar), etc., o el hecho de no utilizar tiempos compuestos (un leonés casi siempre dirá «apagué la luz», en lugar de «he apagado la luz»). Esto es común a las zonas del área donde se habló esta lengua (el «dominio», en jerga lingüística). Esta lengua, como casi todas las demás, presenta variantes según el marco geográfico y social, por lo que en cada comarca recibe un nombre propio: «bañés» en La Baña (Cabrera), «patxuezu» en Laciana, etc. Afortunadamente, cada una de estas variantes puede ser comprendida fácilmente por los hablantes de las demás. Uno de los grandes problemas para la lengua asturleonesa a lo largo de la historia es que casi nunca fue una lengua de prestigio, ya que a partir del siglo XIV este puesto quedó reservado para el castellano. En este sentido, hay un hecho muy curioso que me he encontrado en el Archivo de San Isidoro: cuando los documentos comienzan a escribirse en lengua romance (a partir de 1230, como ya he dicho), todos los particulares y las instituciones oficiales de Asturias y del Reino de León (concejos, cabildos de las catedrales, etcétera) emplean la lengua asturleonesa. Sin embargo, los documentos que llegan desde la cancillería regia transmitiendo órdenes, concediendo privilegios, etcétera, vienen redactados en castellano, lo que necesariamente tenía que llamar la atención de leoneses y asturianos. Conforme iba pasando el tiempo, se puede constatar en la documentación que las instituciones fueron adoptando la forma de hablar y escribir de la corte castellana, y que la lengua asturleonesa quedó relegada al pueblo llano. Por esta razón, desde la Edad Media se ha considerado al castellano como lengua de prestigio (era -y es- la que usaban las clases dominantes), y se ha tenido en baja consideración a las demás lenguas romances. Añádase a esto la mofa de que fueron objeto las hablas asturleonesas como el sayagués en las obras literarias del Siglo de Oro, y se comprenderá mucho mejor por qué los propios falantes han considerado que utilizar su lengua es «hablar mal». Y si a esto añadimos el omnímodo poder uniformador de los medios de comunicación, tendremos la explicación de la franca decadencia de estas hablas. La lengua asturleonesa comenzó a ser objeto de estudio a finales del siglo XIX y principios del XX por prestigiosos filólogos como el alemán Fritz Krüger. También fue investigada por Ramón Menéndez Pidal, el padre de la filología hispánica, quien publicó en 1906 el libro «El dialecto leonés», recientemente reeditado por «El Búho Viajero». Entre otros investigadores también se podría incluir a Miguel de Unamuno y a Gabriel y Galán, que se ocuparon de las hablas al sur del Duero, aunque con un espíritu muy poco científico. En cuanto a la polémica sobre el nombre de la lengua, es un hecho que estos primeros investigadores la denominaron sencillamente «leonés», posiblemente por motivos historicistas. Sin embargo, también es cierto que en Asturias, que es el área donde más pujanza experimenta, se la conoce como «asturiano». Por su parte, en Miranda do Douro se conoce como «Mirandés». En León, durante la Transición se denominó «lleunés» o «lleounés» a esta lengua, aunque las formas más correctas parecen ser «llionés» o «lleonés». Como se puede comprobar, estas denominaciones continúan la tendencia de vincular el nombre de la lengua con el marco geográfico, si bien en estos casos se supera el límite comarcal y se expande al provincial. En cualquier caso, si algo está claro (y en esto coinciden todos los estudiosos) es que siempre se trata de la misma lengua, por lo que desde hace un tiempo varios investigadores de Zamora, León y Asturias apuestan por una etiqueta más globalizadora, como la de «asturleonés» o «lengua astur», haciendo referencia en este último caso al pueblo prerromano cuyos límites geográficos prácticamente coinciden con los de la lengua.