HISTORIAS DEL REINO
Una de infantas
CUENTA la tradición que la imagen de la Virgen de Atocha llegó a nuestra Península en el siglo X desde la lejana Bizancio, y que se debió a la mano regia de Alfonso VI la construcción de su primer templo en la hoy capital de España. Visitaron y rindieron pleitesía a Nuestra Señora Alfonso VII, Alfonso IX, Sancho IV y los Trastámaras descendientes de Enrique II, el fratricida de Montiel, y todos los monarcas hasta la entronización del flamenco emperador que invitó a jugar al golf con las cabezas de los comuneros en la campa de Villalar. Desde tiempos de Carlos V son los dominicos quienes se ocupan de su cuidado y vela, custodios fieles de una devoción de sangre azul que recibió ilustre refrendo en 1643. En ese año, Felipe IV proclamó a Nuestra Señora de Atocha protectora de la Familia Real y aún de la Monarquía Española, pues acostumbraba orar semanalmente ante ella. A los Austrias les siguieron los Borbones, a éstos un par de Repúblicas por los medios, una invasión napoleónica en el entreacto y una restauración de la mano del gallego más bajito que ha copado más páginas de la historia reciente de la nación: Franco. Mientras, la Virgen de Atocha sigue siendo la Virgen de Atocha y Felipe de Borbón cumplió con su cometido de vástago real: presentarle a su hija Sofía. De lo que nadie habla es de que su primera aparición, hace más de mil años, nos remite a la época de esplendor del reino leonés, que, ya en tiempos de Ramiro II, emprendió una campaña pa ra conquistar Magerit, que así se llamaba por entonces la ciudad que rige Ruiz Gallardón hoy. Tampoco se menciona que entre los primeros de la lista de ilustrísimos protectores y devotos de la Virgen madrileña se encuentren tres monarcas de esta tierra nuestra: Alfonso VI, conquistador de Toledo, Alfonso VII, emperador «totius Hispaniae» y Alfonso IX, promotor de las Cortes de 1188. Ni que de su vinculación estrecha con la de Atocha nazca era peculiar relación que heredan los retoños Trastámaras, esos Austrias Mayores y Menores y aún los mismísimos Borbones franceses llegados a la patria hispana entre pelucones y guerras a comienzos del siglo XVIII. Sorprende, porque algo de gafe tiene lo leonés ya que todos caminas de puntillas cuando se trata de reivindicar tradiciones, costumbres y usos que enraízan con algo que evoca ese pasado en forma de Medioevo que hizo grande a León. Mostraron a esa Virgen un poco nuestra los Príncipes de Asturias a su hija Sofía. Antes fue alzada a sus ojos Leonor, previamente el propio Felipe y sus hermanas. Antaño los leoneses presentábamos a los niños y enfermos a San Ramiro. Historia no falta a él tampoco, ni leyenda como la de Atocha, pues dicen que fue martirizado en tiempos de Leovigildo, rey de los godos, a mediados del s. VI y cuentan las crónicas, además, que su nombre fue portado por monarcas de Oviedo y de León, por Guzmanes, por ciudadanos de a pié. Hoy sigue protegiéndonos desde San Marcelo igual que antaño en San Claudio. En 2010 se cumplen mil cien años de un reino. Qué bonito sería soñar que par a entonces nosotros también conociéramos nuestras propias costumbres, con o sin príncipes. ¿Ocurrirá?