DESDE LA CORTE
Querido, odiado, cambiado señor Solbes
EMPIEZO por una confesión: este cronista es un devoto de don Pedro Solbes. Si de este cronista dependiera, lo nombraría ministro vitalicio de Economía y Hacienda, y además valdría lo mismo para llevarle las cuentas a Zapatero y a Rajoy. Sólo con invocar su nombre, se serenan las aguas. Su torno de discurso es pausado, ajeno a la demagogia, y eso da confianza en las turbulencias. Funciona con sentido de la distancia dentro de la contienda de partidos. Se toma con humor las inocentes acciones de sus compañeros ministros con un comprensivo «algunos son demasiado jóvenes». Cuesta trabajo imaginar una conversación entre un Zapatero que cada mañana inventa el mundo y un Solbes que es más clásico que un lord inglés, pero al final se entienden. En los dos últimos días, sin embargo, hemos visto a un Solbes desconocido. Es como si uno nuevo saliera del letargo, espoleado por algún aguijón extraño. El martes dijo que había heredado del PP una despensa vacía, y resultó un hereje, porque si alguna imagen positiva han dejado Aznar y Rato ha sido la del «España va bien» y la gestión económica. Y ayer, miércoles, el mismo discretísimo Solbes presumió de haber sido el primer ministro de Hacienda que cerró un ejercicio del Estado con cuentas positivas. Ha pillado desprevenidos a todos. Especialmente, a Mariano Rajoy, que hasta ayer mismo elogiaba a Solbes como una forma de censurar a Zapatero: el ministro era la seriedad y el rigor, frente a la frivolidad y la improvisación del presidente. Ahora, el ministro es un adversario más y, encima, con mal sentido del humor. ¿Es que Solbes ha mentido? En lo del déficit público, seguro que no. En la visión de la despensa vacía, sólo exagera. Lo que ha pasado es que reventó el hombre que está harto de que lo presenten como ninguneado por el presidente, desautorizado por la vicepresidenta y puenteado por los ministros. Se ha rebelado contra esa imagen de pasota al que ya importa poco la gobernación del país y está de vuelta de la política. En el fondo, el elogio a su propia obra es la forma de desmentir que se siente fuera del gobierno. Está dentro, es solidario con Zapatero y la confirmación de su política económica se convierte en el primer factor de propaganda del PSOE ante las elecciones venideras. Lo más llamativo está en los ecos que encuentra en algunos medios informativos. Hasta ayer mismo era un señor respetadísimo, porque aparecía distante del presidente. Ahora ya lo empiezan a discutir. Los mismos que lo elogiaban, como Rajoy, ahora están en la cabecera de la manifestación de los críticos. Y es que los políticos también son venerables cuando están de nuestro lado. En cuanto se cambian de carril, empieza la persecución.