Peligro para la animación española

EL FUTURO de las empresas audiovisuales de animación, sector en el que España compite dignamente en los mercados internacionales, se puede volver incierto si prosperan las bienintencionadas iniciativas que se discuten en el Congreso de los Diputados. La mayoría de los grupos parlamentarios que debaten en la Comisión de Cultura el Proyecto de Ley del Cine son partidarios de incluir una obligación a la futura Agencia Estatal de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales para que destine parte de sus fondos a subvencionar también la producción de obras de animación, e incluso que RTVE aplique un 1% de sus ingresos brutos a tal fin. Puede ser un caramelo envenenado para este excelente sector español, repleto de talento y de I+D+i, que presume con razón de haber creado una industria competitiva y capaz de codearse con las mejores, gracias al esfuerzo empresarial y a la asunción de riesgo. Todo lo contrario de lo que ocurre con el cine español, que adormecido con el riego de las subvenciones y los coeficientes de inversión obligatoria de las televisiones privadas, va de fracaso en fracaso, sin haber creado un atisbo de industria. La demostración de que las actuales subvenciones al cine español sirven para empequeñecerlo son esas cifras, que, además, permiten a las productoras norteamericanas vender más caro en España porque saben que las salas de cine, obligadas por la cuota de pantalla a proyectar películas españolas, se recuperan en la cuenta de resultados con lo que ingresan por las estadounidenses. Si el cine español fuese bueno y tuviese éxito en taquilla, los exhibidores defenderían la cuota y hasta su aumento, y las major venderían a la baja. Es otra de las consecuencias del actual sistema. Un buen ejemplo de que también en el sector audiovisual lo mejor son las reglas del mercado es el éxito de las series de ficción y la animación, que España, sin subvenciones ni bagatelas, exporta con éxito a los mercados exteriores, después de triunfar en el nuestro.