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León

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NO SÉ si les he contado ya que este verano he descubierto el servicio «Punto limpio», del Ayuntamiento de León, donde se pueden depositar aquello que debe ser reciclado aparte de la basura convencional: plásticos, aerosoles, cedés, ordenadores, pilas, cables y demás excrementos electrónicos. Algo así como un cementerio de trastos, perfectamente diseñado para facilitarle al usuario la labor. Tras depositar en sus contenedores los restos del naufragio te sientes mejor: el Planeta ya no perecerá por tu culpa, ni la mujer podrá reprocharte que se están formando terminators de mirada inquietante en el desván. Reciclemos más y mejor, porque el futuro es hoy. Antaño toda máquina u objeto que entraba en casa duraba hasta que el nene se iba a la mili, pero ahora todo se estropea antes, quizá porque han sido ideados para fallar pronto y sin arreglo posible; sea como sea, producimos cada vez más desperdicios cuya eliminación es problemática. ¡Qué felicidad poder desprenderse de unas mondas de naranja y saber que serán engullidas por la tierra sin producirle gastroenteritis! Reciclemos, pero con metodología. A mí este servicio municipal me parece todo un hallazgo, una iniciativa que merece ser aún más conocida. La cuestión no es tirar, sino hacerlo con criterio. En definitiva, no mezclemos en un mismo cubo las espinas de la merluza con la aguja del viejo tocadiscos, pues no se trata de sibaritismo, es la respuesta a un problema que nos atañe a todos. Quizá algún día nos podremos desprender también de nuestros sentimientos contaminantes, depositarlos en su respectiva bolsa de basura, ¿para qué guardar en nuestro interior decepciones ya oxidadas, briznas de rabia, las cenizas de los sueños? ocupan demasiado espacio y sólo son el paisaje de batallas olvidadas.

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