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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SE DICE que quien tiene un amigo tiene un tesoro, pero quien tiene un amigo ministro o presidente autonómico tiene las dos cosas en una sola pieza. En general, los políticos suelen ser personas desconfiadas y se fían de poca gente. Recelan en especial de sus correligionarios, ya que saben que los enemigos no traicionan porque se sabe de antemano que lo son. Hay líderes más o menos eventuales, que disponen de unos doscientos consejeros. Con que cada uno exponga su dictamen un par de veces al año, al aconsejado se le puede poner la cabeza como un bombo. El ex presidente Nixon, sólo en materia económica, tenía cien consejeros y una vez confesó que estaba seguro de que uno de ellos tenía razón, pero no sabía cuál. Está claro que quienes piden consejo lo que desean obtener es una aprobación. De lo que trata el que los pide es de lograr una coincidencia con lo que él ha decidido. «Quien aconseja lo que me agrada me baña en agua rosada», dice nuestro temible refranero, pero el problema es a cuánto sale el baño. No sabemos a qué cantidad podría elevarse nuestra renta nacional 'per cápita' si se suprimieran las cabezas pensantes dedicadas exclusivamente a dar consejos. Es una profesión para la que no se precisa carné. Para ser cargo de confianza sólo se necesita que alguien confíe en el elegido o bien que desconfíe tanto que prefiera tenerlo cerca para vigilar cada uno de sus pasos. Sería interesante saber dónde se sientan los consejeros cuando se reúnen. Hay más cargos de confianza que sillas. Claro que también puede ocurrir que algunos ejerzan su importantísima misión a distancia, ya que saben que del jefe y del mulo, mientras más lejos más seguro, y otros se limiten a cobrar a fin de mes, que eso sí que les da seguridad.