EL OJO PÚBLICO
UPD: ¿Por qué ahora?
POR ENCIMA de cualquiera otra, esa es la pregunta fundamental que suscita la creación del nuevo partido que promocionan, entre otros, Fernando Savater y Rosa Díez: la de cuál es la razón que explica que una fuerza de la naturaleza de la que acaba de nacer surja precisamente cuando los socialistas gobiernan en España. Responder a tal cuestión resulta indispensable, pues, de hecho, el nacimiento de UPD, más allá de la que sea en el futuro su fortuna, es consecuencia directa de la política de estos socialistas. Son la nueva política territorial de Rodríguez Zapatero y, relacionada directamente con ella, la nueva política antiterrorista, las que explican el progresivo surgimiento dentro de la izquierda de amplios sectores de opinión que no entienden, primero, y no comparten, después, la entrega de la nueva dirección socialista a los nacionalistas. Alguien muy piadoso -o muy sectario- podría pensar que, en realidad, la connivencia del presidente del Gobierno con el nacionalismo es fruto de la necesidad de contar con su sostén parlamentario en las Cortes Generales. Ocurre, sin embargo, que no es cierto: Felipe González tuvo similar necesidad en su última legislatura y ni se le pasó por la cabeza poner patas arriba el Estado al precio, además, de romper los consensos básicos de nuestra sociedad. Zapatero necesita, sin duda, de Esquerra Republicana, de CiU, del BNG o del PNV, pero sus políticas territorial y antiterrorista, que han asumido por primera vez en la historia del PSOE el discurso, el lenguaje y muchos de los postulados de los nacionalistas, responden, en realidad, al convencimiento estratégico de que darles la razón es la mejor garantía para evitar cualquier avance del Partido Popular y, por tanto -he aquí el auténtico y último objetivo-, para garantizarse la indefinida permanencia en el poder. Zapatero ha jugado sus cartas, las elecciones dirán con qué ventura. Pero, para hacerlo, ha desplazado de tal modo a su partido hacia los nacionalismos, que antes o después tenía que suceder lo que acaba de pasar: que surgiera alguien dispuesto a articular electoralmente los descontentos que, en la izquierda, ha ido dejando en el camino la disparatada política territorial y antiterrorista del Gobierno. Como es obvio, tanto el sistema electoral como la tendencia al voto útil que tal sistema condiciona corren contra el éxito inmediato de UPD. Pero aun en el caso de que el nuevo partido no obtenga unos resultados brillantes en las próximas elecciones generales, nadie podrá negar dos cosas evidentes: la valentía democrática de sus promotores, y la existencia de un agujero negro en un partido socialista que parece dispuesto a sacrificar su identidad con tal de seguir en el poder.