TRIBUNA
La donación de sangre. Preguntas y curiosidades
LA TRANSFUSIÓN sanguínea como terapia, al igual que las demás ciencias médicas ha experimentado una evolución espectacular, sin embargo en ésta, el riesgo de trasmitir enfermedades no bien determinadas en los análisis ha sido una cuestión especialmente sensible. De ahí que la seguridad haya sido el factor determinante de su éxito, si bien sus garantías son bastante recientes. Este factor de la seguridad transfusional ha sido y es el caballo de batalla y la máxima preocupación de los hematólogos. Como la sangre no se puede fabricar, al margen de líneas de investigación sobre la replicación por ingeniería genética de algunos de sus componentes celulares, no hay más remedio que recurrir a la sangre de las personas sanas. Su consecución puede ser de dos maneras: pagando a las personas que la ceden pero vendiéndola, o bien obteniéndola de las personas que la ceden pero de forma gratuita y altruista, es decir, recurrir a los donantes de sangre. Es obvio que a las personas que la venden no se les puede llamar donantes. También es evidente que el afán por vender la sangre conlleva más riesgos que si su procedencia es voluntaria y no remunerada. Concretamente ese riesgo está calculado y es de 1 a 15, por lo que no admite dudas la elección. El problema de por qué ha seguido comerciándose con la sangre y que incluso algunos mantengan el debate abierto sobre ambas fórmulas, se debe a que los partidarios de pagar la sangre aseguran el suministro. Los partidarios de la sangre donada, la mayoría de los hematólogos y por descontado las asociaciones de donantes que con ellos colaboramos en su obtención, lo tenemos muy claro y sin entrar en consideraciones éticas, rechazamos la compra-venta de sangre por las razones antes apuntadas. Pero claro, los partidarios de la donación altruista, sí tenemos en cuenta la ética como concepto para defender lo que defendemos, y es que la inalienabilidad del cuerpo es un principio que está recogido incluso en la Carta de los Derechos Humanos, pero además es que, a nada que reflexionemos, comerciar con un órgano, desprenderse de una parte del cuerpo por interés, es un acto contra natura. Dicho lo cual y por tanto situados en el ámbito de la donación altruista, que por lo menos en España y en toda Europa viene impuesto por la propia legislación, pudiera ser de utilidad para muchos lectores comentar algunas curiosidades o contestar a determinadas preguntas que se hacen en la calle. Una de las más frecuentes es: ¿cuánta sangre tengo en mi cuerpo? La respuesta es sencilla. Se puede calcular multiplicando los kilos de peso de la persona por la constante 0.77 y se obtienen centímetros cúbicos. Un ejemplo: Una persona que pese 82 kilos tendía 82x0,77 =6.314 cc. Es decir 6,3 litros. Otra fórmula es dividir el peso entre 13 y se obtiene una cantidad similar, ya que se dice que la sangre es 1/13 del peso de una persona. Como es sabido, cada donación de sangre es de 450 cc, lo que quiere decir que a una persona del peso indicado, 82 kg., se le extrae entre un 7 y un 8 % de su volumen sanguíneo. Después de una donación, el volumen sanguíneo (volemia) se repone a las pocas horas, si bien algunos componentes celulares tardan días. ¿Dónde se fabrica la sangre? Es el tuétano, el tejido que tienen los huesos en su interior, es ahí donde se fabrica la sangre. En todo el mundo somos algo más de 90 millones de donantes de sangre pero sólo 41 millones lo somos con carácter altruista y voluntario. Se recolectan cada año 87 millones de bolsas de sangre, que a razón de 450 cc cada una suponen casi 39 millones de litros, es decir, algo así como 40 piscinas olímpicas. La sangre circula por los vasos sanguíneos a una velocidad media de 2 kilómetros por hora. Si dispusiéramos todos los glóbulos rojos del cuerpo unos sobre otros, levantaríamos una torre de 50.000 kilómetros de altura, y formaríamos una línea lo suficientemente larga como para dar la vuelta a la tierra 4 veces. Cada segundo, la médula ósea genera de 2 a 3 millones de glóbulos rojos. La misma cantidad muere en ese tiempo. Por nuestro cuerpo circulan alrededor de 35.000 millones de leucocitos, el equivalente a la distancia entre Madrid y Barcelona si los dispusiéramos uno detrás del otro. El precio de un barril de crudo es de aproximadamente 80 euros; la misma cantidad de sangre natural podría venderse a casi 80.000 Euros. En los países ricos el 90% de la sangre procede de donantes altruistas, es decir voluntar ios y no remunerados, como ocurre en España. En no más allá de sesenta países de todo el mundo la sangre es al 100% de procedencia altruista. Las diferencias entre los países ricos y medios o pobres, son enormes. De los 87 millones de donaciones al año, 27 millones proceden de los países pobres o medios pero su población representa el 83% del total mundial. O sea que el 17 % de la población dispone de 60 millones de donaciones y el 83 % de 27. Por si fuera poco sabemos que en más de 70 países no se realizan todas las pruebas analíticas a la sangre. La propia OMS reconoce que algo más de medio millón de mujeres mueren cada año en el mundo durante el embarazo o en el parto y de ellas, ciento treinta mil, como consecuencia de hemorragias que no pueden ser superadas por falta de sangre. Por último una pregunta habitual es ¿qué tipo de análisis se lleva a cabo a cada donación en estos momentos? La respuesta es la siguiente: A cada donante y por tanto a cada donación se le practican las siguientes pruebas o determinaciones: Control de la tensión, detección de posibles anemias, determinación del grupo sanguíneo y factor Rh, detección de anticuerpos irregulares, detección de sífilis, detección del virus HIV (SIDA), detección de hepatitis B y C y detección de otros anticuerpos. Donar sangre de forma altruista es seguro para el que la dona y por supuesto para el que la recibe. Su consumo crece sin parar porque cada día mayor número de patologías son susceptibles de ser tratadas con este líquido vital. Para terminar decir que en España cada día por efecto exclusivo de la sangre donada se salva la vida a 65 personas que de otra manera hubieran muerto irremediablemente, además, otras 320 continúan viviendo o recuperan su salud gracias a la sangre donada y otras terapias. Si proyectamos estas cifras a una año estaríamos hablando de 23.000 vidas salvadas y otros 125.000 enfermos recuperados. ¿Merece la pena, verdad?. Seguro que si estos detalles los conociera el conjunto de la sociedad, en lugar de dos millones de donantes, que a duras penas cubrimos las necesidades, muchas otras personas que tambié n tienen la suerte de tener buena salud, se incorporarían a nosotros.