Redadas

HAY QUIEN duda de que el juez Garzón esté en su sano juicio. Por el contrario, y en mi falible opinión, pienso que lo que él desea es pasar siempre advertido. Le enoja que transcurran veinticuatro horas sin que se hable de él, pero hay que reconocer que es el español, exceptuado José Tomás, que disfruta más con el riesgo. Lo q ue ha hecho ahora podía haberlo hecho antes, pero nunca es tarde si la pena es buena. Encarcelar a toda la cúpula de Batasuna que negoció con el Gobierno no sólo es malo para los detenidos, sino para los carceleros. Tenemos los españoles, incluidos los que no quieren serlo, muy desarrollado el instinto de destrucción. Siempre surgen, aunque no estén debidamente estudiados los ciclos, personas tan abnegadas que están dispuestas a jugarse nuestras vidas. Es lo que tiene España, que nadie se aburre. Al tedio lo combatimos con el vértigo. Ayer no más nos aseguraban que ocupamos un puesto entre los diez países donde se da un mayor nivel de desarrollo y ahora nos cuentan que estamos en plena crisis y nos advierten de que hay que hacerle más boquetes al cinturón. Esto de las redadas siempre crea intranquilidad, pero no son una exclusiva nuestra. También han sido arrestados la viuda y los cinco hijos de Pinochet, el dictador chileno que intentó mejorar su patria disminuyendo el número de sus compatriotas. Pinochet fue lo que suele denominarse como un 'soldado de fortuna', ya que la suya se estima en 27 millones de dólares. ¿Para qué quería tanto dinero un señor de 91 años? ¿Para qué quieren darle la vuelta a la tortilla -una magnífica tortilla española- los que desean revisar la transición? Pronto lo sabremos, pero para luego va a ser tarde.