Diario de León

TRIBUNA

La educación de adultos: un reto sin fin

Publicado por
MARÍA DOLORES ROJO LÓPEZ
León

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TODA LA VIDA estamos destinados a aprender aunque ello no sea un deseo voluntario o consciente. Absolutamente todo, lo que está presente o lo que ha quedado ausente, enseña. La vida de nadie, en ningún punto, es un taller con obras acabadas. Todo lo contrario. El momento en que cada uno se encuentra es el comienzo del resto de la existencia que queda por vivir; tiempo durante el cual seguiremos necesitando todos los recursos a nuestro alcance para superar las batallas que nos esperan tanto con el mundo como contra nosotros mismos. Podría parecer que el proceso evolutivo de la persona termina al comenzar la edad adulta pero sabemos muy bien que los sucesos, experiencias, circunstancias pasadas y la misma tarea de vivir modela continuamente nuestra forma de ser y sentir. Llegamos a la adultez con el equipamiento de la infancia y la adolescencia, de ahí la importancia de éste como bastón de apoyo, pero en el camino diario comprobamos que seguimos necesitando referentes, pilares y cimientos que nos hagan más fácil la vida que iniciamos como adultos, siempre urgente, fugaz y complicada, a partir de ese momento. Nuestra biografía, en la que se dibuja la ejecución de proyectos y decisiones, relaciones, pretensiones, logros, fracasos, decepciones, enfermedades y acontecimientos de todo tipo nos va haciendo distintos, diferentes y distantes de lo que comenzamos siendo o lo que pretendimos ser. En esa vida que se va llenando paulatinamente de responsabilidades, de entrega, de esfuerzo o de riesgo no podemos evitar la aparición del fracaso, la decepción y los golpes bajos de quienes menos lo esperas. Mantener una sana autoestima para poder disfrutar de uno mismo y de las relaciones con los demás es una tarea que se construye día a día y sin bajar la guardia. Hacerse mayor debe convertirse en un reto personal, no en una desgracia. En muchas ocasiones consideramos que la cultura consiste en saber muchas cosas sobre algo; en términos académicos, muchos contenidos de un área o varias. El sistema académico así lo ha refrendado siempre. Quien mejor, más amplia y fidedignamente repite las palabras del profesor que se encarga de una asignatura mayores posibilidades de conseguir no sólo superar el curso al que asiste sino que hacerlo con las mejores notas. Valor identificativo que suponemos que hoy en día incluye también estimaciones acerca del interés, los valores personales, la cortesía básica o la actitud de cada educando. Pero todo es diferente cuando nuestros alumnos son personas adultas cuyo interés está asegurado si la oferta responde a sus necesidades sentidas o reales. La educación de adultos se basa en el derecho, el deber y el compromiso que todos tenemos con nosotros mismos de seguir el rastro de nuestro propio afán de superación y sobre todo de esa capacidad de seguir alentando nuestra curiosidad ante lo desconocido en el impulso noble de ser lo mejor que podemos ser. Una sociedad como la nuestra, cada vez más consolidada en el estado democrático, no puede dejar de abordar, desde el sistema educativo, planteamientos de respuesta académica para las necesidades formativas de las personas adultas. El mundo es otro, en este caso; y lo es por las peculiaridades que reviste este amplio grupo cuyo arco cronológico impone y determina la estructura metodológica y curricular de cada acto didáctico. Adultos somos todos cuando alcanzamos los 18 años, pero no lo somos de la misma forma en este punto que veinte, treinta o cuarenta años más tarde. Por ello, en el amplio abanico de situaciones, necesidades y deseos existentes hemos de diferenciar grupos flexiblemente demarcados con urgencias distintas. Podemos comenzar por hacer referencia a los jóvenes adultos cercanos aún a la mayoría de edad cuya necesidad inmediata se centra principalmente, en la adquisición inmediata de la titulación mínima exigible para lo cual cursan la denominada ESPA (educación secundaria para personas adultas) encaminada a la obtención del título de Graduado en Secundaria. La concreción es inminente en cuanto a currículo se refiere ya que la meta del título impone el estudio de unos contenidos concretos y suficientes, en este caso siempre asfixiados por el tiempo en el que han de darse. Puede que la metodología sea distinta e incluso el ambiente dentro del aula se peculiarice ante alumnos de semejante edad, pero básicamente el título domina el contexto de aprendizaje sin remedio. Otra interesante banda de edad es la que se inscribe entre los 30 a los 50 años aproximadamente, momento vital en el que las necesidades cambian para instalarse en la dinámica laboral y por tanto en la urgencia de aprendizajes capaces convertirles en ciudadanos competitivos en el mundo del trabajo. El aprendizaje de las tecnologías digitales o los idiomas representan la oferta más demandada de este sector, sin evitar por ello la participación en otro tipo de ofertas ligadas al mundo de sus intereses personales y vitales y no necesariamente coincidentes con los contenidos reglados que conducen a una titulación. El aula mentor (enseñanza telemática a través de Internet con un tutor propio y una titulación oficial en más de 100 cursos) da respuesta a la mayor parte de los requerimientos formativos de una población adulta que comienza a manejar con soltura el ordenador como instrumento de acceso a nuevos saberes y conocimientos. La sociedad, en este sentido, pone a disposición de la población adulta un sin fin de caminos para mejorar las competencias socioprofesionales y la educación de adultos, por tanto, asume el compromiso de ofrecer una educación de calidad para aquellas personas que se acerquen a los centros o aulas repartidos por toda España. La última franja cronológica se dispara a partir de los 50 años hasta el fin de la vida sin límite y con la única frontera de la salud y el deseo de cada cual. Llegados a este punto vital la necesidades, urgencias y requerimientos de cada cual distan cada vez más de los planteamientos reglados conducentes a un título, demandando un tipo de educación más informal pero igualmente válida y eficaz en sus contenidos por ser prácticos, útiles y adecuados a sus intereses. En muchas ocasiones se trata de nombrar aspectos del currículo, sobre todo incardinados en las áreas de comunicación, lógica matemática o salud, de distinta forma y entregarles sus contenidos con una dinámica flexible, activa y diferente de manera que sean protagonistas de su propio proceso formativo, construyendo con ello lo que se denomina con acierto «taller». Y es que en los talleres se elabora, entre todos, la dinámica de edificar sobre lo que se sabe lo que se desconoce y se quiere conocer. Aludir a la educación informal o no reglada no implica, sin embargo, actuar sobre lo circunstancial y accesorio; no se trata de fundamentar en la casualidad la formación de quienes acuden a disfrutar con lo que aprenden. Sin embargo, el corsé curricular que impone las disciplinas académicas cuando se pretende una titulación deja paso aquí a una organización temporal más libre y sobre todo a una selección de conocimientos más idónea según las pautas de sus necesidades y gustos por descubrir nuevos conocimientos, por el placer de hacerlo así. La romántica idea que todos hemos abrazado alguna vez, sobre todo en nuestras edades más jóvenes, arriesgadas y revolucionarias de cambiar el mundo, la sociedad, la ciudad, el pueblo o el barrio donde vivimos, puede tener vigencia siempre si aprendemos que nunca es tarde para transformarnos primero a nosotros mismos. Para educación de adultos esta es su meta más deseable teniendo siempre presente que si queremos obtener resultados distintos no debemos hacer siempre lo mismo.

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