AL TRASLUZ
Patria
ME GUSTA SER español, pero no sé si podría dar argumentos rigurosos para explicar el porqué. Unas son razones de peso: San Juan de la Cruz, Cervantes, el Museo del Prado, mis padres... otras más livianas, aunque no desdeñables: la tortilla de patata, el Real Madrid, el clima, la siesta... Y sin embargo, sean unas razones u otras, no se trata de un orgullo jerárquico, pues no me hace sentir superior o inferior a nadie. Tampoco habría estado nada mal ser esquimal. Pero nací aquí, y me gusta. Mis raíces culturales son muy diferentes a las de, por ejemplo, un ruso; sin embargo, me siento más hermanado con los personajes de Guerra y paz que con algunos de mis compatriotas de carne y hueso. Del mismo modo, un ruso puede sentir hacia lo español, a través de Don Quijote o de Goya, afinidades más profundas que las que le dicta el lugar de nacimiento. Verdi nos hace italianos, como Van Gogh nos convierte en holandeses, o la Iliada en griegos. Lo importante en un pueblo es aquello que le hace trascender sus límites territoriales. Nueva Orleáns regaló el jazz al mundo. España es sobre todo aquello que la universaliza. Los símbolos importan, pero no sublimemos la cáscara sobre el huevo. Patriotismo sí, pero inteligente, generoso, abierto...todo lo contrario a excluyente, a lo histriónico. Personalmente, no me interesa un patriotismo del ego, sino del otro como igual, del bien. Desdeñar los símbolos colectivos es una señal de ignorancia; sublimarlos, de fanatismo. Populares y socialistas dan muestras diarias de patriotismo al arriesgar sus vidas representando a la España constitucional en lugares donde sus nombres aparecen escritos sobre dianas. En ellos debemos simbolizar hoy nuestro homenaje, en su valor. Basta ya de falsas polémicas, honremos a nuestros héroes.