DESDE LA CORTE
Banderazos
FELIZ DÍA de la fiesta nacional a todos. Que descansen ustedes y que les sirva para disfrutar un buen puente laboral. Midan bien cómo utilizan su acrisolado entusiasmo patriótico, porque últimamente tiene más riesgos que conducir de madrugada en zona de botellón. Por ejemplo, si usted es de izquierdas, tenga muchísimo cuidado con lucir hoy una bandera española en el balcón, la solapa, la mano, o cualquier parte visible de su cuerpo. Será usted un valeroso español, pero le pueden ocurrir varias cosas: pueden decirle que es de derechas, propagandista del Partido Popular, o un provocador que saca la bandera porque tiene ganas de líos. Es lo que se está consiguiendo con el uso partidista de nuestra enseña. Don Mariano Rajoy efectuó una incursión en el mercado del vídeo invitando a los ciudadanos a lucir ese paño de dos colores, y parece que no hizo otra cosa en su vida. Ayer ocupó tantas tertulias radiadas y televisadas como si hubiera quemado una foto de alguien venerado. Hubo un periódico que le ha dicho a toda portada: «Se cree el Rey». José Blanco lo acusó una vez más de apropiarse de los símbolos nacionales. Así es España, señores. Aquí prometes construir millones de viviendas en propiedad, y no te hace caso ni el que pega los carteles. Pero das un banderazo en la cresta del gobierno y abres los telediarios. Y no te digo nada si das el banderazo en el País Vasco. El Partido Popular también lo quiso dar, pero a través de una embajada de sus esforzadas Juventudes: se fueron allá a entregar banderas; entre otras, a la valerosa alcaldesa de Lizarza. Hubo una foto ante la casa consistorial, y en ella estaban los jóvenes emisarios y la alcaldesa; nadie más. Esa imagen de la soledad, publicada ayer, contenía un mensaje patético que creo que incluso perjudicaba a esa mujer valiente, que cumple y hace cumplir la ley en territorio hostil. Sus visitantes, los jóvenes del partido, se habrán marchado, habrán vuelto a sus casas, y han dejado a esa mujer sola ante el peligro, expuesta a que la vuelvan a amenazar de muerte. Es lo que pasa cuando se hacen esas misiones, y parecen misiones de conquista. Es lo que pasa cuando se lleva una bandera a algún sitio, y se la lleva con aire de imposición: por cada gesto de imposición que se haga, surgirá al menos un gesto de rechazo radical. Y me temo que es lo que pasa cuando cualquier líder de partido coge un símbolo y pide a los ciudadanos que lo luzcan, lo enseñen y lo saquen a la calle. Desde luego, hoy ningún simpatizante de la izquierda lucirá la bandera nacional. Las que haya, el Partido Popular las puede computar como propias; salvo algunas: las que lleven los tanques y los soldados en el desfile militar. Eso espero.