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Publicado por
GUILLERMO JUAN MORADO
León

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NO ES FÁCIL RESUMIR el libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI Jesús de Nazaret. ¿Un libro de investigación histórica sobre la vida de Jesús?, ¿un manual de cristología?, ¿un comentario bíblico sobre los evangelios? Hay algo de todo eso pero, a mi entender, el libro del Papa es un ensayo, una profunda meditación teológica sobre Dios. Jesús es visto desde Dios: Su doctrina «no procede de enseñanzas humanas, sean del tipo que sean, sino del contacto inmediato con el Padre, del diálogo 'cara a cara', de la visión de Aquel que descansa 'en el seno del Padre' «. En esta referencia teológica se juega no sólo la clave adecuada para interpretar la vida, la predicación y la obra de Jesús, sino también el camino del auténtico «éxodo» que consiste en que «en todos los avatares de la historia hay que buscar y encontrar el camino que lleva a Dios como la verdadera orientación». Esta tesis se manifiesta con claridad en el capítulo dedicado a las tentaciones: «¿qué ha traído Jesús realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios». Frente a la aparente «ineficacia» del cristianismo, emerge la cuestión últimamente decisiva: la pregunta por Dios; la búsqueda de su rostro. No se trata de una cuestión intrascendente o sin consecuencias: «el hombre sólo se puede comprender a partir de Dios, y sólo viviendo en relación con Dios su vida será verdadera». Un aspecto pinteresante del libro es el diálogo que Ratzinger mantiene con el rabino Neusner sobre la identidad de Jesús. Neusner se detiene ante el umbral de la autoconciencia de Jesús. Jesús se ve a sí mismo como la Palabra de Dios en persona; se reivindica como Hijo. Y en esta autodefinición se sitúa la línea de demarcación que separa la mera admiración por la figura de Cristo de la auténtica profesión de fe. E igualmente, en esta delicada frontera, se decide la posibilidad, y los límites, de la investigación histórica para facilitarnos el acceso al verdadero Jesús, al Jesús real, a Aquel que vivió en la historia y que, a la vez, la compendia y recapitula en su misterio.