TRIBUNA
El hecho diferencial leonés
EN ESTA legislatura, cuando se ha planteado la reforma del Estatuto de Castilla y León, ha surgido con fuerza el debate sobre la regionalidad leonesa. En la provincia de León diferentes instituciones aprueban que ese estatuto debiera reconocer el carácter regional de León. A uno le puede parecer casi evidente el que no se puede conceptuar a León como una provincia más de las que componen esta autonomía. Su propia denominación hace referencia a ese carácter diferencial, no es Castilla y Burgos o Castilla y Ávila¿ no, es Castilla y León. Lo es sencillamente por cuanto León no es Castilla. Burgos o Ávila, en nuestro ejemplo, forman parte de Castilla y por tanto sería absurdo el establecer un factor diferencial respecto de Castilla. Su presencia en esa denominación se encuentra representada en el concepto Castilla. Sin embargo, eso no sucede con León y por ello mismo se hace necesaria esa diferenciación. Bien, si ya hemos aceptado que Castilla y León son dos unidades diferenciadas ahora el siguiente paso será definir de qué unidades se trata. Es decir ¿Qué es Castilla? ¿Qué es León? Podríamos decir que tanto desde el punto de vista histórico como geográfico serían pocos los que discutirían que Castilla es una de las regiones históricas de esta España nuestra. Excedería mucho los límites de este artículo el justificar ese carácter regional de Castilla, pero por otra parte consideramos que es un hecho social suficientemente admitido. Si Castilla, entonces, la aceptamos como una región y a la vez decimos que León no es Castilla (como creo haber demostrado anteriormente), entonces ¿qué es León? Pues la respuesta es también casi evidente, al igual que Castilla, León es una de la regiones históricas (bastante más históricas que otras que se denominan así) que componen el mosaico español. Ese algo que «no es Castilla», y que se incluye en la propia denominación de la comunidad autónoma, es la Región Leonesa. El que León no es una provincia más de la comunidad se reconoce en esa propia denominación. Dando un paso más en nuestro análisis. Si León es una región, ¿qué tipo de reconocimiento político debería de tener en la España de las autonomías? Teniendo en cuenta que nuestra Constitución habla del «derecho a la autonomía de las diferentes nacionalidades y regiones» habría que concluir que como región León tendría derecho a ser una de las autonomías que conforman España. En un plano de igualdad de derechos y deberes respecto a cualquier otra región. Incluso podríamos decir que la Región Leonesa y la Región Castellana han sido los dos únicos casos en los que no se ha respetado en el diseño del mapa autonómico el que su carácter de región tuviera un reconocimiento como comunidad autónoma. Incluso territorios que no tenían ese reconocimiento como región (recordamos que Santander o Logroño eran dos provincias castellanas, de modo que se decía de Santander que era el «mar de Castilla»), sin embargo si consiguen el reconocimiento como Comunidades Autónomas para lo que necesitan incluso un cambio en su denominación. Nacen como primicia en la historia los ámbitos territoriales de La Rioja (muy discutido por cuanto dejaba fuera a la Rioja Alavesa y además el Río Oja -que da nombre a esa comunidad uniprovincial- se circunscribía en su recorrido a una parte del territorio). En condiciones similares podríamos hablar de la provincia de Santander que para convertirse en comunidad autónoma pasa a denominarse Cantabria. La Región Leonesa no hubiera necesitado de nuevas denominaciones. Ya era una región reconocida a nivel histórico y social. No sucedía lo mismo con La Rioja o Cantabria. Sin embargo, los intereses personales y su particular modo de entender la política hicieron que Rodolfo Martín Villa sacrificase esa condición regional leonesa en base a formar un centro fuerte que sirviese de contrapeso a los excesos de los nacionalismos periféricos. Me gustaría conocer si desde su propia perspectiva se puede considerar si esa medida fue acertada. Tenemos que muchos años después de adoptarla nos encontramos, por ejemplo, con la propuesta de referéndum del señor Ibarretxe. ¿En serio creen que anular la regionalidad leonesa consiguió su objetivo de moderar los excesos nacionalistas? Los hechos parecen demostrar lo contrario. Cuando los leoneses planteamos este derecho de reconocimiento del hecho diferencial leonés, la única respuesta que recibimos es ¡cállense! Uno podría pensar que el recurso a la autoridad es propio de aquellos que carecen de argumentos. También se ha intentado el encargar a profesores universitarios una historia a la medida de la autoridad que paga dicho encargo (el libro coordinado por Juan Andrés Blanco de «regionalismo y autonomía en Castilla y León» sería un buen ejemplo de ello). Han pasado ya suficientes años para comprobar que el no reconocimiento del carácter regional de León ha supuesto un deterioro económico, cultural y social en base a que lo leonés pierde protagonismo en el nuevo mapa español. A los leoneses sólo nos queda o asumir la paz de los cementerios o rebelarnos ante la injusticia.