CELTAS CORTOS
La hucha y la bolsa
EN LOS últimos años los pagos a los pensionistas fueron inferiores a las cotizaciones ingresadas por la Seguridad Social española. El exceso se acumuló en una hucha o fondo de reserva que supera ya los cuarenta mil millones. No es fácil entender que esto suceda en un país donde cientos de miles de pensionistas tienen difícil llegar a fin de mes. Porque si el sistema español de pensiones es público y de reparto (anual) no se puede decir que no haya margen financiero para corregir esa lacra social. Tampoco es fácil explicar a los cientos de miles de personas ancianas y dependientes (ya en vigor la Ley de Dependencia) que las ayudas asistenciales (personales, en centros de día, en residencias) que exige su, en muchos casos, desesperada situación deben esperar a tiempos mejores porque no existen recursos públicos para financiar todo el coste de la Ley. Al menos las inversiones en centros y residencias geriátricos podrían realizarse con cargo al exceso anual de cotizaciones... tal como se hizo en los años 60 y 70 para financiar la red hospitalaria pública. Ni antes ni ahora creo que pueda haber mejor destino en beneficio de los actuales y futuros dependientes. Como ninguna de las vías citadas para emplear parte de esos excedentes se está utilizando, Gobierno, Sindicatos y Organizaciones Empresariales habían madurado la idea de convertir a efectos operativos parte de la hucha pública en un fondo privado de pensiones. Es decir invertir en bolsa buscando amplios horizontes y mayores rentabilidades. Al margen de las cuestiones de riesgo asociadas a esta forma de inversión lo que más llama la atención, por suscribirlo un gobierno socialista y unos sindicatos de clase, es la identificación de un ahorro colectivo y social (que tiene detrás costes de oportunidad gigantescos) con el patrimonio particular de una generación de cotizantes. generación que va a actuar como si encargaran a un Banco que les gestione su fondo de pensiones. Para que nada falte, y generar el ambiente propicio, se hacen resurgir cual culebrón las previsiones del enorme desajuste que habrá dentro de 30 o 40 años entre jubilados y cotizantes. Por los mismos preclaros analistas que ya hace 20 años pronosticaron que hoy tendríamos una quiebra del sistema por falta de recursos (y tenemos excedentes) y que -en sus modelos- son incapaces de imaginar que en el futuro el sistema no tiene porqué -ni debe- descansar sólo en cotizaciones sobre los salarios. El Gobierno reconoció que no cuenta con apoyos parlamentarios para seguir adelante en su afán de meter la hucha en la bolsa. Tampoco se conocen propuestas alternativas para usar la hucha en cubrir los déficits de gasto social de los que comencé hablando. Esperemos que en los programas electorales y en la campaña en la que ya estamos se hable claro y a fondo de estos asuntos.