Diario de León

DESDE LA CORTE

Demasiado sincero para ministro

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FERNANDO ÓNEGA
León

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LOS PERIODISTAS políticos tendríamos que hacerle un homenaje a Mariano Fernández Bermejo, ministro de Justicia. Es una joya. Es escucharle y subir el pan. Es el deslenguado perfecto. Es el anti-monje, en el sentido de que hace lo contrario de lo que recomendaba la Regla de San Benito a los frailes: «decir pocas palabras y razonables». Es el desafío a la ley de la gravedad política. Es el azote de la oposición desde el poder, que ya es difícil, y el despertador de los escaños del gobierno empieza el tedio en las sesiones de control. Es, por todo ello, una fuente inagotable de comentarios, tertulias y asimilados. A mí, que no me lo cambien; que continúe incluso después de marzo, aunque gane Rajoy. Necesitamos un ministro así. La última que hizo es la más sonada. Con una frase estuvo a punto de cargarse toda la estrategia del gobierno contra el terrorismo. Hizo que algunos preguntáramos quien engaña al país, él o Zapatero. Le dio al PP munición para una semana. Podía ser para toda una legislatura, pero en España las palabras más trascendentes duran lo que aguanta su eco. Se le ocurrió abrir una rendija a la negociación con los terroristas, ahora que la ofensiva terrorista vuelve a ser el gran problema y Zapatero va contando a quien le escucha su amargura por el fracaso del proceso de paz. Es que el señor ministro cree que se volverán a dar las condiciones para sentarse a hablar. Y como lo cree, lo dice. Es el hombre más sincero en la profesión más teatral. Ahora, los analistas se preguntan si habló a título personal, si todo fue producto de un exceso dialéctico (si se «le escapó», vamos) o si representa la política del gobierno. No parece haber convencido a nadie cuando matizó después que se refería a un futuro indeterminado y lejano. Miren: un ministro nunca habla a título personal cuando sus palabras quedan reflejadas en un acta parlamentaria. Puede cometer excesos en sus entusiasmos discursivos. Y puede no representar a todo el gobierno cuando expresa una opinión en público. Lo que no puede o no debe hacer es meter en líos a ese gobierno, al que debe disciplina y lealtad. Y al suyo lo ha metido en un lío que Rajoy llamaría descomunal. ¿En qué consiste ese lío? En que, si Zapatero desmiente la posibilidad de una negociación futura, desautoriza a su ministro de Justicia. ¿Y que pasa con un ministro desautorizado? Que no puede seguir. Pero, si Zapatero no lo desmiente, le regala a la oposición el argumento electoral que ya ha empezado a utilizar: que nos están engañando y volverán a hablar en cuanto pasen las elecciones. ¿Y a quién creemos? Me gustaría creer al gobierno; necesito creer al gobierno. Pero, entre todos, me están haciendo un hombre de poca fe¿

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