DESDE LA CORTE
Cómo cargarse a la institución de oro
LA HISTORIA se resume así: las más importantes reformas legales del periodo socialista dependen de dos hombres. Son los magistrados del Tribunal Constitucional Roberto García-Calvo y Jorge Rodríguez-Zapata. Ambos son conservadores y coinciden con los criterios del PP. Por la trascendencia de su papel en este momento, el gobierno ha buscado y, al parecer, encontrado argumentos para recusarles y evitar que decidan sobre la continuidad de la presidenta del Tribunal, María Emilia Casas. Es la primera ver que un gobierno adopta una decisión de este tipo. ¿Por qué son tan decisivos esos dos magistrados? Porque se trata de decidir sobre la ley que permite que la señora Casas continúe en su puesto hasta junio. Si los dos magistrados conservadores votan, la ley no prospera y la presidenta debe cesar en diciembre. ¿Y qué ocurre si cesa? Que, por razón de edad, ocupa la presidencia el conservador Vicente Conde. Y, como el presidente tiene voto de calidad, los conservadores quedan en mayoría para decidir la constitucionalidad de leyes como el Estatuto de Cataluña, matrimonios homosexuales, Plan Hidrológico Nacional, Igualdad y otros estatutos de autonomía. Espero haber resumido de forma inteligible la singular situación. Y espero que el lector coincida en que, efectivamente, nunca una obra política, buena o mala, de toda una etapa de gobierno ha dependido nunca de tan pocas personas: dos. Se comprenderá que estemos ante una guerra jurídica en la cual se usan todas las armas. Y se comprenderá que las utilice especialmente el equipo del señor Zapatero, porque hasta ahora ha perdido todas las batallas. Los conservadores han sabido tejer mejor sus redes, han situado mejor sus fuerzas de combate y, salvo que prospere esta recusación, pueden ganar la contienda final. Pero la historia no termina ni puede terminar ahí. Tal como se está planteando este conflicto, se están cargando al Tribunal Constitucional y su credibilidad. Este Tribunal es la institución más respetada. Sus sentencias son fuente de Derecho. Cada una de ellas ha determinado la línea de interpretación de la Constitución y de otras leyes. Y han sido siempre acatadas, cualquiera que haya sido su contenido o los perjudicados por ellas. Incluso los nacionalistas más reacios a aceptar la legalidad del Estado han asumido sin discusión la palabra del Constitucional. Es como nuestra institución de oro. Ahora pueden hacerla de hojalata. Esta batalla por su control deja al descubierto sus miserias. Saca a relucir la vergüenza de los manejos de intereses políticos. Y si al final el TC es manejado por los partidos que están en contienda, ¿para qué lo queremos? Démosle todo el poder a la mayoría parlamentaria, y se acabó.