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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL CONSIDERADO «padre del ADN», James Watson, ha hecho unas declaraciones que han motivado que mucha gente se esté acordando de su madre. Lo que llamamos sinceridad es una virtud muy dudosa: en el noventa por ciento de los casos es impertinencia y en el otro diez es inútil. Watson la ha liado buena, desde su atalaya del Premio Nobel, al vaticinar que dentro de una década habrá pruebas genéticas que demuestren que sus convicciones son ciertas y se comprobará que los blancos son más inteligentes que los negros. No habla de individualidades señeras, sino de niveles. Está claro que Eto'o, por ejemplo, tiene más talento futbolístico que la mayoría de rostros pálidos que pisan el área contraria. También es indiscutible que Martin Luther King estaba en posesión de más neuronas que Bush, pero él habla de razas, que es la mejor manera de ser acusado de racista y además lo hace en un lenguaje ofensivo, si bien sólo para una de las dos partes comparadas. Es cierto que hay tribus africanas que aún no han descubierto ni la rueda ni el embudo. Elemental, querido Watson. Pero deducir de eso inferioridades genéticas, sin tener en cuenta que se criaron entre rinocerontes y lanzas, parece excesivo. El ambiente ejerce determinaciones imposibles de eludir. Todo o casi todo depende de él y nadie nos puede convencer de que Baltasar fuera más torpe repartiendo juguetes que los otros dos Reyes Magos, ni que Joe Louis o Ray 'Sugar' Robinson repartiendo tortas que los campeones blancos. Pero lo que ha provocado el mayor escándalo y la mayor repulsa es su afirmación de que una mujer debería tener derecho a abortar si un test le demostrase que su futuro hijo va a ser homosexual. Diciendo esas cosas no se ganan elecciones, pero James Watson no piensa presentarse.