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León

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LA BIBLIOTECA Nacional acaba de recibir el retrato de Gamoneda, pues es norma del olimpo de los libros encargar uno de cada premio Cervantes. Cuántas veces nos habremos preguntado cómo eran las facciones de Homero, Shakespeare o las del propio autor de Don Quijote; de todos ellos sólo conocemos recreaciones hipotéticas. Imaginar facciones no es una actividad desdeñable, cuando el corazón es el lienzo y la fantasía dibuja con trazos hermosos, pero preferimos tener un referente real. No obstante, ni siquiera la fotografía impedirá que las generaciones futuras perciban con sus propias miradas los rostros del ayer. Por ello, siempre he intuido que la función de un buen retrato pictórico no es fijar parecidos absolutos, aunque deba haberlos en algún aspecto, sea cuál sea el estilo, sino ser el espejo donde también se descubran quienes contemplen la obra. Rafael Sánchez Carralero, leonés de Cacabelos, catedrático de Pintura en la Universidad de Salamanca, ha conseguido que en la imagen del poeta -mostrado de perfil, con las manos en los bolsillos, en edad indeterminada, para huir de lo circunstancial y de lo cronológico, sobre un hermoso fondo negro- aparezca representada la condición humana en sus destellos más nobles, cosmos individual y además colectivo. Al captar a Gamoneda de forma tan magistral, se ha retratado y nos retrata a todos. Un retrato con verdad, valor más allá del realismo y propio del arte. Las últimas pinceladas coincidieron prácticamente con el nacimiento del primer nieto del pintor. Su sentido de la dignidad de la existencia impregna cada cuadro de este gran artista y extraordinario docente, sea un rostro, su visión de un perro muerto o un rincón del jardín. Anheló dar lo mejor de sí mismo, y lo ha logrado. Dos maestros cómplices.

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