Diario de León
Publicado por
XOSÉ CARLOS ARIAS
León

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QUE la cumbre que el Fondo Monetario Internacional (FMI) está celebrando estos días iba a producir unos resultados, en el mejor de los casos, discretos, era cosa fácilmente previsible. Sobre todo por dos motivos. Primero, porque la inoportuna dimisión de Rodrigo Rato como director gerente, ha dejado a medio camino una reforma institucional que se esperaba quedase culminada durante su mandato. Esa reforma es de gran importancia para el futuro del organismo, pues existe una insatisfacción muy generalizada, no sólo acerca de sus actuaciones concretas -con frecuencia controvertidas-, si no también sobre sus propios sistemas de decisión, que generan una marcada percepción de «déficit democrático». No hay que insistir en que la mayoría de las críticas proceden de los países menos desarrollados, reiteradas tras la restrictiva designación del nuevo director, Strauss-Kahn. La segunda razón es el pésimo ambiente que de cara a la celebración de esta asamblea ha generado la rampante crisis crediticia. Y aquí es donde se observa un hecho nuevo de gran relevancia. Para sorpresa de todos, estamos ante la primera crisis financiera de la globalización que se limita a los países desarrollados, pues los flujos de financiación y expectativas de crecimiento económico en los llamados mercados emergentes no se han visto apenas alterados -al menos de momento-, en fuerte contraste con lo que ocurre en el primer mundo. A lo que estamos acostumbrados es a todo lo contrario: crisis a veces muy intensas que, habiendo surgido en países como México o Tailandia (piénsese en el terremoto financiero de hace ahora diez años), se extienden a sus vecinos en círculos concéntricos, para luego impactar sobre economías de otros continentes y, en un terrible efecto dominó, acabar provocando serios problemas en los países más desarrollados. Ahora no. Ahora el epicentro de la inestabilidad se ha situado en Estados Unidos, y a la hora de buscar sus causas todo conduce al mal funcionamiento de algunas instituciones financieras del mundo desarrollado: fallos de regulación por parte de la Reserva Federal, fiasco de las agencias de calificación como Moody¿s y S&P, y despiste absoluto del propio Fondo Monetario, quien debiera haber ejercido como supervisor global. La nula percepción del peligro los desacredita a todos. Esta situación inesperada ha dado alas en la cumbre del Fondo a quienes proponen cambios profundos desde la periferia. No es extraño que ante la respuesta que encuentran de mantenimiento del statu quo, algunos países, como Brasil, comiencen a hablar de una ruptura más profunda, a través de la creación de nuevas instituciones internacionales de crédito. Un debate, el de la «nueva arquitectura financiera», que se agitará sin duda en los próximos meses.

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