Diario de León
Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

Creado:

Actualizado:

TODO se desarrolla según lo previsto: después de arduas negociaciones entre las autoridades españolas y marroquíes, encaminadas a prevenir cualquier malentendido, Rabat ha dado las convenidas y pertinentes muestras de irritación para consumo interno ante el anuncio del viaje regio a Ceuta y Melilla de mañana y pasado, que se celebrará con toda normalidad. A posteriori, la relación se recompondrá en poco tiempo porque esta vez existe una clara complicidad entre los dos países, basada en una relación bien conducida y en la protección pactada de unos fuertes intereses comunes. Si acaso, los aspavientos marroquíes tras el anuncio español han sido algo más ostentosos de lo que se previó y se pactó en un principio porque la reacción de ceutíes y melillenses, entusiasmados con la visita del monarca, también ha sido más exultante y clamorosa de lo que se pensaba. Así las cosas, se constata que la relación hispano marroquí ha avanzado aunque quizá a menos velocidad de lo debido. De un lado, el inseguro régimen de Mohamed VI sigue tratando de fortalecerse explotando la fibra nacionalista de su pueblo, lo que hace del Sahara Occidental una cuestión vital para Rabat y promueve la constante reivindicación de las «ciudades expoliadas», en manos españolas. De otro lado, Madrid ha conseguido una relación en apariencia equilibrada con el vecino del Sur por el procedimiento de aproximarse a las tesis marroquíes en la cuestión del Sahara, de defender los intereses de Rabat en Bruselas -España es principal valedor de los acuerdos preferentes con la UE- y de proporcionarle recursos para controlar la emigración a Europa, un problema candente para España que ahora se ha mitigado. Pero es evidente que este equilibrio, logrado por el Gobierno socialista desde 2004 tras una profunda crisis que desembocó en la no renovación del acuerdo pesquero, en quince meses sin embajadores y en el grave incidente del islote de Perejil, no es estable sino que se basa en un frágil sistema de compensaciones. Es evidente que, además de los problemas inherentes a la vecindad, que siempre provoca roces, la relación bilateral hispano marroquí está muy afectada por el problema de las plazas africanas, notablemente artificial en términos históricos y jurídicos pero objetivamente abierto en términos geográficos y políticos. Ya se sabe que Melilla es castellana desde 1497 y que Ceuta fue conquistada por Juan I de Portugal en 1415, pasando definitivamente a manos de la monarquía hispánica en 1580, siglos antes de que Marruecos fuera un concepto geopolítico. Pero la realidad es la que es, y actualmente las dos ciudades están incrustadas en otro país, en una situación de singularidad extrema que explica, si no justifica, la conflictividad y el requerimiento marroquí. Ante esta evidencia, caben varias soluciones que pueden resumirse en cuatro: reforzar la posición española manteniendo el actual statu quo contra viento y marea; abrir las plazas al «hinterland», vinculándolas al desarrollo socioeconómico de sus zonas de influencia, en cooperación abierta con el régimen marroquí; planear la cosoberanía de los territorios, de forma semejante a la «propuesta Matutes» sobre Gibraltar; u optar por la internacionalización de las ciudades, dotándolas de un Estatuto como el de Tánger. Parece claro que la solución a largo plazo pasa por la segunda y la tercera propuestas, juntas o por separado. El mantenimiento a ultranza de unas cabezas de puente en el Norte de África, de espaldas al territorio continental y cerradas a una relación fecunda con su entorno carece de sentido, y no sólo por ser un obstáculo en la relación entre Madrid y Rabat sino porque la propia población autóctona carecería de expectativas. Existe, pues, un extenso campo de cooperación con Marruecos, que debería empezar a recorrerse. La visita regia que rompe un tabú y abre diversas puertas puede y debe ser el arranque de una nueva etapa en que cese el diálogo de sordos y comiencen lentamente a buscarse caminos de futuro.

tracking