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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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CON MOTIVO de la visita que los reyes inician hoy a Ceuta y Melilla, Yahya Yahaya, presidente del grupo de amistad entre la Cámara de Consejeros marroquí y el Senado de España, amenaza con manifestaciones en contra como nunca antes se han visto. «Prometo, dijo, que si el rey de España viene, los marroquíes derramaremos hasta la última gota de nuestra sangre para defender nuestro territorio, para lo que he lanzado ya un llamamiento a los marroquíes , tanto del interior como de la diáspora». Si este supuesto amigo de España profiere amenazas de este cariz, me imagino cómo serán las del partido nacionalista Istitqal, que gobierna, o la de los grupos integristas islámicos, de los que alguno de sus integrantes han sido condenados en el juicio del 11-M, cuya polémica sentencia ha sido dictada la pasada semana. Lo de la diáspora se referirá al casi millón de musulmanes que hay en España, la mayoría marroquíes ¡Sólo nos faltaba esto!. Carece de interés reiterar una vez más la españolidad de Ceuta y Melilla, plazas de soberanía española desde el siglo XV, mucho antes de que existiera el reino de Marruecos. Dichas plazas no formaron parte del protectorado que España ejerció con Francia sobre una parte de Marruecos en el siglo XX, sino que eran previas a él. (Puestos a reivindicar como algunos hacen de Al-andalus, no olvidemos que la Mauritania Tingitana formó parte, en época romana, de Hispania). Son territorios españoles como lo son las islas Baleares y las Canarias; y sus habitantes gozan, como españoles, de los mismos derechos y deberes que los de la Península. Lo sabe muy bien Mohammed VI, las airadas reacciones suyas y de su gobierno, como la de llamar a su embajador en Madrid, hay que entenderlas como otras crisis anteriores, no como un desencuentro con España, sino como un problema interno de Marruecos, que utiliza las reivindicaciones nacionalistas para acallar los graves problemas que viven los ciudadanos de ese país. Dicho esto, tampoco me cabe duda de que la visita tiene también una lectura interna, incluso partidista. Creo que debería ser algo normal el que los reyes visiten Ceuta y Melilla, incluso con más frecuencia, como visitan otros territorios españoles, porque eso refuerza los lazos con la corona y contribuye a la articulación territorial. Lo que me extraña de este viaje, el primero que hacen los reyes en los treinta años de democracia, es precisamente que lo hagan ahora, a unos meses de las elecciones generales. El rey no hace nada sin que lo sepa o lo programe el gobierno de turno, y menos en un caso susceptible de provocar una crisis diplomática con un país amigo. Si se hace ese viaje es porque el gobierno busca reforzar su imagen de «gobierno de España», de que con Zapatero no se va a romper la patria y, de este modo, quebrar la confianza que muchos han depositado en Rajoy y en el PP como el único partido verdaderamente nacional. Puede que todo sea un paripé, incluso la desmedida reacción del gobierno de Marruecos. Puede Zapatero, cuya política se basa en las jugadas en corto y no en ver las consecuencias a largo plazo, sólo busque reforzar su imagen españolista tan deteriorada por las negociaciones con la ETA, el Estatuto de Cataluña o la guerra de las banderas, pues eso le dará votos. Los problemas con Marruecos ya los arreglará más adelante, confiando en su buena amistad con el actual gobierno. Todo está arreglado le dijo Zapatero a Rajoy Algo de esto debe de haber cuando el mencionado Yahya Yahaya acusa no al gobierno sino al PP de ser el culpable de la visita y del desastre que va a provocar, «del que serán víctimas miles de ceutíes y melillenses si no se suspende la visita de don Juan Carlos». El rey, por último, contribuye a esa instrumentalización de la corona por un partido político; parece que don Juan Carlos no aprendió la lección de su abuelo Alfonso XIII; debería recordar mejor el papel de los monárquicos Maura, Osorio o Alcalá Zamora en el advenimiento de la República.

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