Diario de León

EN EL FILO

Gesto real, gesto de Estado

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FEDERICO ABASCAL
León

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LA PRESENCIA de los Reyes de España en Ceuta, y en Melilla, donde llegarán este martes, tenía que despertar una reacción airada de Marruecos, pero el problema no es tanto esa reacción previsible y prevista por el Gobierno español como el control de la misma por las autoridades marroquíes. Se trata, por ambas partes, de que la proyección de la protesta en la pantalla diplomática se limite a producir un distanciamiento circunstancial en las relaciones bilaterales, pero de ninguna manera un efecto demoledor en las mismas. Y ese efecto parece afortunadamente descartado debido a la solidez de los lazos -políticos, económicos, de seguridad antiterrorista, migratorios- entre los dos países. Da igual de quien haya partido la idea de esta visita a nuestras dos ciudades africanas, pues la presencia en ellas de los Reyes es un gesto institucional que libera al Estado y, por supuesto, a la sociedad de actitudes a veces excesivamente pusilánimes a la hora de hablar o tratar de la españolidad de Ceuta y Melilla. Y no sólo porque en la modernidad internacional no encajen bien algunas situaciones derivadas del colonialismo, sino también porque el norte de África ha influido tanto y tan decisivamente durante el siglo XX en nuestra política interna que la diplomacia española se habría habituado a gestionar los asuntos marroquíes con cierto encogimiento. No se olvida que la guerra contra las cabilas marroquíes, y especialmente el desastre de Anual que, tanto el rey Alfonso XIII como el ejército, procuraron silenciar evitando cualquier investigación seria sobre responsabilidades, aceleraron el deterioro de la monarquía, favoreciendo la llegada de la II República. Pero también en territorio marroquí, desde las montañas del RIF a Melilla, se formó nuestro ejército «africanista», ejercitado en el logro de ascensos mediante acciones bélicas de insistente heroicidad, y al que se debería, bajo el mando de Franco, el golpe militar contra la republica que terminó con ella. Podría decirse que fue precisamente en territorio marroquí donde se gestó el advenimiento y el final de la II República española. A lo que deben añadirse otros episodios, como la guerra de Ifni silenciada durante el franquismo, la marcha verde sobre El Aaiun en la agonía de Franco, y más tarde las presiones pesqueras. Marruecos es un pueblo antiguo con un Estado y una independencia muy recientes, por lo que España habría estado obligada a frecuentes ejercicios de paciencia y tolerancia ante las actitudes impulsivas del joven vecino del sur. Pero en esta ocasión, en la que las relaciones bilaterales se entrelazan mediante intereses que no son sólo mutuos sino que afectan también a la comunidad internacional, el gesto institucional de España, enviando a los Reyes a las dos ciudades africanas reivindicadas por Marruecos supone, por un lado, el riesgo de un distanciamiento diplomático aunque por otro muestra que en sus proyección exterior, el Estado español actúa ahora sin amilanamiento.

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