Diario de León

DESDE LA CORTE

En caso de duda, España

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FERNANDO ÓNEGA
León

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¡POBRE Moratinos! Le ha tocado suceder a Magdalena Álvarez en el deporte nacional de tumbar ministros... que nunca son derribados. De golpe, todo le ha caído encima. Le cayó Sarkozy, con su diplomacia personalista y su sentido del espectáculo, donde él siempre tiene que actuar de primera dama. Le cayó la reacción marroquí por la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla, y ahora será el objeto de ataque preferido del PP, cuyo diputado Gustavo de Arístegui se encarga de disparar contra el actual responsable de la diplomacia. Y ha tenido la dudosa suerte de encontrarse en Marruecos justo cuando Marruecos llama a consulta a su embajador en Madrid. Esto último ya parece un cachondeo de la veleidosa casualidad, que también carga el diablo. Sobre los dos primeros episodios me gustaría ejercer hoy de patriota. Mejor aún: de chauvinista. Ayer producía bochorno el juicio político y periodístico a Sarkozy, elevado a los altares de la audacia, la inteligencia y la sublime diplomacia. Quienes lo ensalzaron así no lo hacían por el presidente francés, está claro. Lo hacían para oponerlo al presidente español. El elogio a Sarzozy era una patada en salva sea la parte de Zapatero. Y yo pregunto: ¿dónde está su mérito? ¿En dejar en Chad a los franceses del Arca de Zoé y a los tripulantes varones españoles? Con lo s debidos respetos, Sarkozy hizo lo que podría hacer cualquier funcionario medio francés con las raíces que su país tiene en Chad; lo demás es espectáculo. De Moratinos y su ministerio hay que criticar la falta de atenciones a los detenidos: ésa que motivó su queja de abandono; pero no una operación de lucimiento personal de Sarkozy. Y Marruecos. Eso es más complejo. Se supone que aquí hay un reparto de papeles: los Reyes viajan, y el gobierno se encarga de que Marruecos proteste «lo justo». Pero todo se ha desmadrado. Una acción legítima y necesaria de política interior se convierte en un desaguisado de política exterior. Una de dos: o Exteriores no fue hábil en la conducción del impacto, o a Marruecos se le fue el asunto de las manos. No tendremos las claves hasta que pase al menos una semana y veamos si el embajador vuelve a Madrid o fructifica esa loca idea de algún marroquí de organizar una nueva «marcha verde». En cualquiera de los supuestos, hay que decir: en caso de duda, España. Lo peor que podemos hacer como país es enzarzarnos en una pelea estúpida de partidos, agudizada por su repercusión electoral. Ceuta y Melilla son españolas, y punto. Los Reyes están en su derecho de visitarlas, y punto. Lo único a lamentar es que no lo hayan hecho antes. Y si Marruecos se cabrea, aj o y agua: ya está bien de gobernar mirando cómo huelen los soberanos pedos de Mohamed.

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