Diario de León

DESDE LA CORTE

Final de una pesadilla

Publicado por
FERNANDO ÓNEGA
León

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LA NOTICIA de la liberación de los tres españoles detenidos en Chad ha sido un enorme alivio. Para ellos, en primer lugar, pero también para el gobierno español. Todavía ayer había encuestas de periódicos digitales que preguntaban a los internautas si Zapatero debía haber viajado a ese país. A nadie se le había ocurrido antes esa idea de diplomacia viajera, pero ahora la mayoría de los consultados en esos sondeos se muestran convencidos de que el presidente español debería haber tenido ese gesto. Lo que se ha demostrado al final es que también es válida la diplomacia tradicional y discreta, que caracteriza al secretario de estado Bernardino León, magnífico candidato a próximo ministro de Asuntos Exteriores si Zapatero revalida mayoría en las urnas. La gestión exterior vive de gestos, y cuanto más espectaculares, mejor. Pero vive, sobre todo, de realidades. ¿Y cuál ha sido la realidad de Sarkozy? Que ganó muchas primeras páginas. Que se presentó ante el mundo como el aguerrido dirigente que no se detiene ante nada y se comporta como un padre libertador de los suyos. A cambio de esa fabulosa imagen, irrita al otro país, le hace ponerse en guardia y le obliga a defender sus propias instituciones -sobre todo las judiciales- y responder con la cerrazón. Es lo que ha ocurrido en esta historia. Ha bastado que el presidente francés anunciase un segundo viaje de liberador al Chad para que el presidente de ese país diese orden de reafirmarse en sus propias actuaciones. Si hay que ser chauvinistas, no importan los niveles de desarrollo. Esa es, por tanto, la primera gran lección del episodio de la extraña organización llamada «El Arca de Zoé». ¿Queda algo más que anotar? Sí. Primero, la escasa credibilidad interna de nuestro gobierno, que no consiguió romper la penosa imagen de ser peor gestor que los franceses y de actuar bajo la sombra de Sarkozy. Segundo, el pernicioso contagio de la crispación a las relaciones internas. «Menos mal que tuvimos a Sarkozy», dijo un hiriente Angel Acebes. Es penoso que ni siquiera ante los intereses españoles en terceros países haya un mejor entendimiento entre el gobierno y la oposición. Tercero, los testimonios de las azafatas, que aseguraron haberse sentido abandonadas en los primeros momentos de su detención, sin sentirse respaldadas ni ayudadas por ninguna autoridad española, a ningún nivel. Y cuarto, que tampoco sobra una mejor comunicación con la sociedad. Si la hubiera, no tendríamos que haber escuchado como hemos escuchado estos días que las detenciones de Chad hay que inscribirlas también en el amplio capítulo de la débil política exterior. Y es que los gobiernos, además de trabajar mucho, deben demostrar que lo hacen bien.

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