EN BLANCO
Mal de amores
YA LO DECÍA el padre Claret en 1846, al recomendar que la mujer debiera esperar en casa el regreso de su esposo por «impío, colérico, vicioso e inmoral que fuera». Razón tenía el buen sacerdote, pues recientes investigaciones científicas han demostrado que las parejas infectadas por relaciones tormentosas tienen más posibilidades de padecer una grave enfermedad cardiovascular. Un grupo de investigadores br itánicos, dirigidos por el especialista Roberto de Vogl i, entrevistaron a más de 9.000 individuos, sacando como conclusión que los efectos más negativos de las relaciones personales son caldo de cultivo para desarrollar la afección coronaria que suele precipitar el momento del finiquito. Ardores h ormonales como los que padece el revivido Aznar con respecto al presidente Zapatero, en fin, no son precisamente el mejor pasaporte hacia la eternidad. Otro personaje afectado por el mal de amores es el mejicano José Luis Calva Zepeca, toda una joya en su conjunto. Por lo que ha salido a la luz en el correspondiente juicio, a su descontrol emocional une tal aspereza de trato que le ha llevado, así como suena, a comerse a su novia. Saliéndose del sendero establecido por las normas tradicionales, el caníbal azteca se ha revelado como un entusiasta de la gastronomía experimental, hasta el punto de degustar el sabor de los miembros de su descuartizada enamorada, previamente fritos en una sartén y salpimentados con limón. Todo un alarde de creatividad culinaria que está a punto de costarle cincuenta años de prisión, pues al parecer a las autoridades no les ha gustado nada semejante plato de autor que espe remos no llegue a oídos de nuestro Arguiñano. El amor, está comprobado, sabe mejor si se cuece a fuego lento.