Bocazas

ESTO LO HUBIÉRAMOS arreglado a hostia limpia, con perdón, en la barra del bar de mi pueblo, donde las conversaderas están, sin duda, a mayor altura, que las de la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile. Allí, en Santiago, son gente súmamente educada, casi a la inglesa aunque quede en las antípodas, y cuando pides la hora, un taxi, un tinto o un aguardiente de pisco invariablemente te contestan con un «¿Cómo no?», mientras que aquí el camarero te suelta un ostentoreo «marchando otra de gambas, oído cocina». Servidor conoció aquel país en tiempos de Eduardo Frei padre. Las chilenas bien, gracias, en el Pollo Dorado, conocido puticlub liberal que dicen que se les atragantó luego a Allende y Pinochet. Los había ya por entonces muy estrechos. Lo del sábado en Santiago entre el rey don Juan Carlos y el primate venezolano y dictador militar de cuchara Hugo Chávez con el apoyo del comandante nicaraguense Ortega -ay, Clodomiro de Palacagüina, para dónde vas tan serio- era de esperar por todos, menos Moratinos. «¿Por qué no te callas?», le dijo el rey al animal de Chávez cuando arremetía contra su ex primer ministro Aznar. Por cierto, que puso la misma cara de asco que yo, según la reina de mi mujer, cada vez que sueltan en la tele un discurso demagógico de Zapatero. Con la vicepresidenta Maria Teresa Fernández de la Vega no merece la pena, porque ya lo pone ella y hasta el asco tiene un límite. Estuvo bien Zapatero, de todas formas, defendiendo la dignidad institucional de su antecesor en el cargo, pero el que soltaba los exabruptos era uno de su pandilla de amigotes en el Cono Sur, a falta sólo de que el cocalero Evo Morales hubiera hecho el indio. El Rey es un faldero reconocido de presidentes de Gobierno y de otras cosas que más vale no mentar, pero esta vez ha demostrado dignidad levantándose de la silla para pararle los pies a Chavez, como cuando lo hacíamos los de Astorga y La Bañeza por una moza. Será patriotismo de garrafa a las tantas. Pero queda digno, Moratinos, macho.