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Publicado por
XOSÉ LUIS BARREIRO RIVAS 1397124194
León

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DESDE HACE TRES décadas las investigaciones realizadas sobre la democracia han venido insistiendo en la estrecha relación que existe entre el desarrollo económico y los sistemas políticos más avanzados, relevando en parte el papel vertebral de la cultura política que habían establecido, años atrás, Almond y Verba. Si no hay desarrollo económico, vienen a decirnos, no hay democracia estable (Vildawsky, Eckstein e incluso Inglehart). Y si lo hay, deducimos nosotros, cualquier dictadura tiene los días contados. Desde esta perspectiva la XVII Cumbre Iberoamericana había centrado con gran acierto los objetivos de la cooperación, aunque olvidando, quizá, que la mejor colaboración es la institucionalizada y el mejor aval de los discursos es un presupuesto que ratifique su verosimilitud. Por eso nadie se atrevió a decir que, si Brasil, Estados Unidos o México no juegan con decisión la baza de una unión sudamericana, se está dando vía libre al paternalismo redentor y seudo revolucionario en el que Hugo Chávez se mueve como pez en el agua. Esa es la razón por la que España, que puso en marcha este sistema de cumbres, acabó cayendo en una ratonera diplomática, en la que los más grandes se callan y transigen, a la espera del milagro del mercado común, y los pequeños se arremolinan y envalentonan entorno a un Chávez pletórico de petrodólares y petroeuros, y dispuesto a gastarlos en la cohesión de un grupo de países que puedan convertirlo en la voz más poderosa del continente. Que el Rey se haya enfadado en defensa de Aznar y de España es algo para nosotros muy comprensible. Y que Zapatero haya exhibido su temple en defensa del diálogo y en contra de la demagogia rampante es un hecho que le honra y le distingue. Pero mientras el enfado del Rey fue una anécdota pasajera y muy personal, llamada a disolverse en el tiempo, la actitud de Chávez es una estrategia de confrontación y de formación de bloques en la que los más fuertes permanecen embotados -vean si no lo que hizo la señora Bachelet- mientras otros se están trabajando un modelo que, a pesar de sus peligros, funciona como una apuesta solidaria contra la marginación y la miseria. Y es ahí donde resurge una negra historia de colonialismo, violencia y expoliación que convierte en non gratas las críticas vertidas por Aznar contra Chávez y su revolución bolivariana. Y que nadie se engañe con la vuelta diplomática al centro del mundo. Porque si en Chile hubo que aguantar a Chávez y a Ortega, con Bush había que abrazar a Musharraf, a Sharon, a Karzay y a Rumsfeld. Y es que, mientras las relaciones internacionales no se basen en la justicia, sólo podremos escoger con qué pájaros hacemos el viaje.