Diario de León
León

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SEGÚN EL CIS, los españoles suspendemos a todos los líderes políticos, incluido a Rodríguez Zapatero, quien sólo consigue un cuatro con décimas. Por si fuera poco, Alfonso Guerra afirmaba ayer en una entrevista que consolidaron más la Transición las turistas con bikini que el discurso de los políticos. Lo malo es que aquellas suecas ya no están para portar tan gratificante prenda, ni las dioptrías que hemos ido acumulando desde entonces nos permitirían contemplarlas como antaño, ni a ellas ni a sus nietas, para qué engañarse. Guerra es uno de los políticos a quienes uno daría un sobresaliente, pero al de ahora, no al de nuestros años playeros. Renunció a la lengua viperina y a su humor faltoso, que tantos éxitos mediáticos le dio; sus opiniones destacan ahora por la brillantez y la hondura de quien está ya de vuelta de muchos caminos, pero la vida no le ha convertido en un cínico, es decir, ha aflorado en él la inteligencia del corazón, esa lucidez a la que algunos acceden con el paso del tiempo, quizá cuando aprenden las lecciones a las que estaban destinados. No daría aprobado general, pero hay más a quienes también calificaría con nota alta, a aquellos para quienes la política es gestión y gesto, sea desde el poder o desde la oposición. Ciertos valores son infrecuentes en política, no porque queden fuera de su ámbito, pues nada humano debería ser ajeno a la misma, sino porque es una actividad en la que se tiende demasiado a lo maniqueo, a la falsa discrepancia, a la indignación forzada. Algunos en un incendio darían la razón a las llamas, antes que al rival. Pero aún más importante que la nota del CIS es aquella que cada concejal o diputado se dé a sí mismo ante el espejo, donde no sirven las máscaras y la conciencia puede atravesar cualquier coraza.

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