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Publicado por
IGNACIO BERMÚDEZ DE CASTRO OLAVIDE
León

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NO ME estoy refiriendo a la película de Capra protagonizada por el inolvidable James Stewart. En ella se aborda el vivir de gente anónima, sencilla, que afronta cada jornada con la intención de no molestar al prójimo. De ahí su título. Alusivo a lo bello que resulta vivir, no dormir. A los que sí me refiero son a aquellos que sólo les queda el recuerdo de lo placentero y necesario que resultaba poder conciliar el sueño un día sí y otro también. En determinadas plazas reina el caos en forma de decibelios y alcohol. Hasta Atila se sentiría un aficionado. El huno era magnánimo con sus enemigos. Acababa con ellos sin torturas previas. Por sorpresa, no paulatinamente. En pocas horas arrasaba un poblado. No atacaba los jueves, viernes, sábados y vísperas de fiestas intersemanales, descansando unos días previa vuelta a la carga. Estrés puro y duro. Quemaba hogares pero no orinaba en sus portales. Además tenía una atenuante. Lideraba hordas salvajes, no bachilleres ni universitarios que cuando menos debieran saber que el ocio de uno no debe obtenerse a costa del padecer de otro. Existen locales para tomar una copa y escuchar música, retretes para orinar, y cumbres de hermosas montañas para gritar hasta desgañitarse. El que tenga antojo de tocar los timbres de todo un edificio a las cinco de la madrugada, no voy a ser yo quien le diga lo que debe hacer con su pulgar. También existen culpables por vender alcohol a menores, políticos poco sobrados de votos y padres con exceso de vista gorda. Búfalo no puede dormir, no puede dormir, no puede dormir, se escuchaba en la cinta de Capra.

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