DESDE LA CORTE
Pobres de banda ancha
EN EL libro Los topos , que cuenta la larga noche de los españoles escondidos los cuarenta años de franquismo, uno de sus tristes protagonistas dice: «Desengáñese, señor, que sólo hay dos partidos, el de los ricos y el de los pobres». Con esa idea se hizo política en España mucho tiempo después. Todavía en los 80, Alfonso Guerra, que representaba la modernidad, usaba esa terminología y hacía mítines para «descamisados». Ahora, nadie habla de pobres, como si fuera de mal gusto. El discurso oficial ensalza grandes cifras. Los pobladores de programas de televisión de éxito son gentes guapas y de buena vida, que sólo tienen problemas amorosos. Los mensajes comerciales nos seducen con un mundo de ostentación. Y somos la octava potencia del mundo, y en la octava potencia del mundo no puede haber menesterosos. Pues los hay. La «Encuesta de Condiciones de Vida» del INE difundida ayer dice, además, que hay muchos. No los califica literalmente como pobres, sino que los sitúa «por debajo del umbral de la pobreza». Viven con menos de 6.860 euros anuales. Quizá no sepan qué significa la palabra ahorro. Usted y yo seguramente conocemos alguno, porque son el 19,9 por ciento de la población: en teoría, unos nueve millones de residentes en el territorio nacional. En Extremadura se sigue dando la mayor concentración de necesidad, porque allí el índice de pobreza alcanza al 38,6 por ciento de la población. Mientras leo y transcribo estos datos, no puedo evitar el asombro: ¡vivimos a espaldas de esa realidad! Nos consideramos un país rico, simplemente porque hay muchos ricos. Identificamos la miseria que queda por nuestros pueblos como tipismo, y estamos a punto de convertirla en atractivo turístico. La literatura de moda ha puesto el límite por abajo en los mileuristas, y hay un sótano inmenso donde malviven nueve millones de personas. Cuando los precios engolfados les pegan un mordisco de cuatro puntos en once meses, es seguro que les quitan una rebanada de pan. Deberían ser un ejército revolucionario, pero tienen televisor y coche, y las nuevas tendencias les incitan a reclamar Internet de banda ancha, en vez de tierra y trabajo mejor pagado. Y se han instalado en el conformismo político. Las tres comunidades donde hay más concentración de necesitados (Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha) llevan treinta años votando lo mismo, y en los tres casos por mayoría absoluta. Hacen excepción en los grandes municipios, pero no quieren cambiar de gobierno ni en Madrid ni en su autonomía. Siguen, quizá, en la idea del bipartidismo de los ricos y los pobres. Y vendrán las próximas elecciones, y nadie se acordará de ellos. Son pobres que no molestan. Una parte del paisaje.