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León

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LAS OJERAS de Rodríguez Zapatero eran surcos cuando hizo su comparecencia pública sobre el atentado terrorista. El poder es también soledad, la triste soledad del mando. Algunos, y no me refiero a Rajoy cuyas declaraciones han sido irreprochables, vociferan contra culpables que no lo son, en unos casos llevados por la legitima rabia del dolor, pero en otros movidos sólo por un obsceno sentido del acoso y derribo, inspirados por ciertos medios de comunicación y sus proclamas iracundas. Hay un periodismo de la rabia, que tiene lectores, como la telebasura su público. Ninguna crítica es menos eficaz por ser expresada con respeto al rival. Rajoy siempre gana cuando sus declaraciones son pronunciadas desde la caballerosidad política, compatible con la discrepancia rotunda, como en este caso. Desde hace años vengo manteniendo que el centrismo no es tanto ideología como actitud, en definitiva, modales democráticos, cuyo baremo siempre ha de ser el comportamiento con el contrario. Ese periodismo ha perdido la mínima aspiración de objetividad; ya no se trata ni siquiera de ideologías antagónicas enfrentadas, sino de meras maquinarias de ataque. A mí juicio, el PP debe distanciarse de quienes sin ser políticos aspiran a dirigir el partido, movidos por un cesarismo delirante. La mera insinuación de empatía del Gobierno hacia los terroristas va contra toda lógica, además de ser una ofensa. Pero unos pareados injustos e hirientes de unas víctimas son perdonables, pues nacen del llanto y del desconsuelo, aquí hemos estado escribiendo acerca de algo muy distinto, de frías maquinarias mediáticas, propagadoras de falsas rabias No hay dos españas. Hay buenas y malas personas. Buen periodismo y mal periodismo. Quienes construyen y quienes prefieren destruir.